lunes, 26 de diciembre de 2011

VATICANO EN SU MENSAJE “URBI ET ORBI” El Papa abogó por el fin de la violencia en Siria

El Sumo Pontífice también pidió por la reanudación del diálogo entre Israel y Palestina y por la paz en el mundo.
El papa Benedicto XVI pidió ayer en su mensaje de Navidad el fin del derramamiento de sangre en Siria y la reanudación del diálogo entre israelíes y palestinos, pero su exhorto de paz fue opacado por los atentados contra iglesias que dejaron numerosos muertos en Nigeria.
Benedicto XVI pronunció su mensaje “Urbi et Orbi” (“a la ciudad y el mundo”) desde el balcón central de la Basílica de San Pedro ante miles de turistas y peregrinos alborozados reunidos en la plaza que da al frente. Cientos de guardias suizos de vistosos colores y bandas militares italianas llenaron el lugar al que bañaba el sol.
Tras su Misa de Gallo apenas de la noche anterior, el pontífice de 84 años, dijo que oraba por que el nacimiento de Jesús, que se celebra con la Navidad, envíe un mensaje a todos aquellos que necesitan salvación y atraviesan penurias.
Benedicto XVI se refirió a los refugiados del Cuerno de Africa y las víctimas de las inundaciones en Tailandia, entre otros, y se pronunció a favor de un mayor diálogo político en Myanmar, así como por la estabilidad en Irak, Afganistán y la región de los Grandes Lagos en Africa.
Señaló que ha rezado para que Dios ayude a los israelíes y los palestinos a reanudar sus conversaciones de paz.
“Que Dios traiga el fin de la violencia en Siria, donde ya se ha derramado mucha sangre”, apuntó.
El Papa no mencionó los atentados explosivos que afectaron iglesias y dejaron numerosos muertos en Nigeria, pero el Vaticano condenó en un comunicado esos hechos de violencia y los describió como una señal de la “crueldad y el odio absurdo y ciego” que no muestra respeto por la vida humana.
Horas antes, una explosión destruyó una iglesia católica durante una misa de Navidad, cerca de la capital de Nigeria, Abuya, y un socorrista dijo que 25 personas perdieron la vida en ese hecho.
Una segunda explosión ocurrió cerca de una iglesia en la ciudad de Jos, donde persiste la tensión en el centro de Nigeria, y otras dos detonaciones tuvieron lugar en el estado de Yobe, en el noreste del país africano. La secta radical musulmana Boko Haram se adjudicó los atentados.
El portavoz vaticano reverendo Federico Lombardi dijo que la Iglesia católica ora por que todos los nigerianos que confrontan “esta violencia terrorista en estas fechas sean colmados con paz y alegría”.
La oficina de prensa del Vaticano destacó que el Papa preparó su mensaje antes de que ocurrieran los atentados en Nigeria.
Al término de su mensaje, Benedicto XVI envió saludos de Navidad en 65 lenguas, entre estas mongol, maorí, arameo, albano, tamil y tailandés. Terminó la lista de saludos en guaraní y latín, mientras tañían las campanas de la Basílica de San Pedro.
En Cisjordania, cientos de creyentes cristianos, que desafiaron las lluvias y el viento, celebraron la misa de Navidad en el lugar donde según la tradición nació Jesús en Belén.

Navidad 2011 El Papa invita al mundo a "volverse al Niño de Belén" para pedir por la paz


En un emotivo mensaje Navideño pronunciado desde la Logia de la Plaza de San Pedro en el Vaticano, el Papa Benedicto XVI llamó a todos los cristianos este 25 de diciembre a dirijirse "al Niño de Belén, al Hijo de la Virgen María" para invocar por la paz y estabilidad en "la Tierra en la que ha decidido entrar en el mundo"; así como otras puntos del planeta afligidos "por tantos conflictos que todavía hoy ensangrientan el planeta". 
A continuación, la versión íntegra del discurso del Papa Benedicto el día deNavidad 2011.

Queridos hermanos y hermanas, volvamos la vista a la gruta de Belén: el niño que contemplamos es nuestra salvación. Él ha traído al mundo un mensaje universal de reconciliación y de paz. Abrámosle nuestros corazones, démosle la bienvenida en nuestras vidas. Repitámosle con confianza y esperanza: «Veni ad salvandum nos».
 
Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero

Cristo nos ha nacido. Gloria a Dios en el cielo, y paz a los hombres que él ama. Que llegue a todos el eco del anuncio de Belén, que la Iglesia católica hace resonar en todos los continentes, más allá de todo confín de nacionalidad, lengua y cultura. El Hijo de la Virgen María ha nacido para todos, es el Salvador de todos.
Así lo invoca una antigua antífona litúrgica: «Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos, ven a salvarnos, Señor Dios nuestro». Veni ad salvandum nos. Este es el clamor del hombre de todos los tiempos, que siente no saber superar por sí solo las dificultades y peligros. Que necesita poner su mano en otra más grande y fuerte, una mano tendida hacia él desde lo alto. Queridos hermanos y hermanas, esta mano es Cristo, nacido en Belén de la Virgen María. Él es la mano que Dios ha tendido a la humanidad, para hacerla salir de las arenas movedizas del pecado y ponerla en pie sobre la roca, la roca firme de su verdad y de su amor (cf. Sal 40,3).
Sí, esto significa el nombre de aquel niño, el nombre que, por voluntad de Dios, le dieron María y José: se llama Jesús, que significa «Salvador» (cf. Mt 1,21; Lc 1,31). Él fue enviado por Dios Padre para salvarnos sobre todo del mal profundo arraigado en el hombre y en la historia: ese mal de la separación de Dios, del orgullo presuntuoso de actuar por sí solo, del ponerse en concurrencia con Dios y ocupar su puesto, del decidir lo que es bueno y es malo, del ser el dueño de la vida y de la muerte (cf. Gn 3,1-7). Este es el gran mal, el gran pecado, del cual nosotros los hombres no podemos salvarnos si no es encomendándonos a la ayuda de Dios, si no es implorándole: «Veni ad salvandum nos - Ven a salvarnos».
Ya el mero hecho de esta súplica al cielo nos pone en la posición justa, nos adentra en la verdad de nosotros mismos: nosotros, en efecto, somos los que clamaron a Dios y han sido salvados (cf. Est 10,3f [griego]). Dios es el Salvador, nosotros, los que estamos en peligro. Él es el médico, nosotros, los enfermos. Reconocerlo es el primer paso hacia la salvación, hacia la salida del laberinto en el que nosotros mismos nos encerramos con nuestro orgullo. Levantar los ojos al cielo, extender las manos e invocar ayuda, es la vía de salida, siempre y cuando haya Alguien que escucha, y que pueda venir en nuestro auxilio.
Jesucristo es la prueba de que Dios ha escuchado nuestro clamor. Y, no sólo. Dios tiene un amor tan fuerte por nosotros, que no puede permanecer en sí mismo, que sale de sí mismo y viene entre nosotros, compartiendo nuestra condición hasta el final (cf. Ex 3,7-12). La respuesta que Dios ha dado en Jesús al clamor del hombre supera infinitamente nuestras expectativas, llegando a una solidaridad tal, que no puede ser sólo humana, sino divina. Sólo el Dios que es amor y el amor que es Dios podía optar por salvarnos por esta vía, que es sin duda la más larga, pero es la que respeta su verdad y la nuestra: la vía de la reconciliación, el diálogo y la colaboración.
Por tanto, queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo, dirijámonos en esta Navidad 2011 al Niño de Belén, al Hijo de la Virgen María, y digamos: «Ven a salvarnos». Lo reiteramos unidos espiritualmente tantas personas que viven situaciones difíciles, y haciéndonos voz de los que no tienen voz.
Invoquemos juntos el auxilio divino para los pueblos del Cuerno de África, que sufren a causa del hambre y la carestía, a veces agravada por un persistente estado de inseguridad. Que la comunidad internacional no haga faltar su ayuda a los muchos prófugos de esta región, duramente probados en su dignidad.
Que el Señor conceda consuelo a la población del sureste asiático, especialmente de Tailandia y Filipinas, que se encuentran aún en grave situación de dificultad a causa de las recientes inundaciones.
Y que socorra a la humanidad afligida por tantos conflictos que todavía hoy ensangrientan el planeta. Él, que es el Príncipe de la paz, conceda la paz y la estabilidad a la Tierra en la que ha decidido entrar en el mundo, alentando a la reanudación del diálogo entre israelíes y palestinos. Que haga cesar la violencia en Siria, donde ya se ha derramado tanta sangre. Que favorezca la plena reconciliación y la estabilidad en Irak y Afganistán. Que dé un renovado vigor a la construcción del bien común en todos los sectores de la sociedad en los países del norte de África y Oriente Medio.
Que el nacimiento del Salvador afiance las perspectivas de diálogo y la colaboración en Myanmar, en la búsqueda de soluciones compartidas. Que nacimiento del Redentor asegure estabilidad política en los países de la región africana de los Grandes Lagos y fortaleza el compromiso de los habitantes de Sudán del Sur para proteger los derechos de todos los ciudadanos
Queridos hermanos y hermanas, volvamos la vista a la gruta de Belén: el niño que contemplamos es nuestra salvación. Él ha traído al mundo un mensaje universal de reconciliación y de paz. Abrámosle nuestros corazones, démosle la bienvenida en nuestras vidas. Repitámosle con confianza y esperanza: «Veni ad salvandum nos».

El Papa invita a abandonar el "orgullo intelectual" para reconocer al Dios hecho niño en Navidad


Al presidir una emotiva Misa de Gallo en la Basílica de San Pedro, el Papa Benedicto XVI advirtió contra las luces comerciales que oscurecen el misterio de la Navidad y advirtió que "si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón 'ilustrada'".
A continuación, la homilía completa del Papa Benedicto XVI durante la Misa de Nochebuena.

Queridos hermanos y hermanas
La lectura que acabamos de escuchar, tomada de la Carta de san Pablo Apóstol a Tito, comienza solemnemente con la palabra apparuit, que también encontramos en la lectura de la Misa de la aurora: apparuit – ha aparecido. Esta es una palabra programática, con la cual la Iglesia quiere expresar de manera sintética la esencia de la Navidad. Antes, los hombres habían hablado y creado imágenes humanas de Dios de muchas maneras. Dios mismo había hablado a los hombres de diferentes modos (cf. Hb 1,1: Lectura de la Misa del día). Pero ahora ha sucedido algo más: Él ha aparecido. Se ha mostrado. Ha salido de la luz inaccesible en la que habita. Él mismo ha venido entre nosotros. Para la Iglesia antigua, esta era la gran alegría de la Navidad: Dios se ha manifestado. Ya no es sólo una idea, algo que se ha de intuir a partir de las palabras. Él «ha aparecido». Pero ahora nos preguntamos: ¿Cómo ha aparecido? ¿Quién es él realmente? La lectura de la Misa de la aurora dice a este respecto: «Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre» (Tt 3,4). Para los hombres de la época pre-cristiana, que ante los horrores y las contradicciones del mundo temían que Dios no fuera bueno del todo, sino que podría ser sin duda también cruel y arbitrario, esto era una verdadera «epifanía», la gran luz que se nos ha aparecido: Dios es pura bondad. Y también hoy, quienes ya no son capaces de reconocer a Dios en la fe se preguntan si el último poder que funda y sostiene el mundo es verdaderamente bueno, o si acaso el mal es tan potente y originario como el bien y lo bello, que en algunos momentos luminosos encontramos en nuestro cosmos. «Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre»: ésta es una nueva y consoladora certidumbre que se nos da en Navidad.
En las tres misas de Navidad, la liturgia cita un pasaje del libro del profeta Isaías, que describe más concretamente aún la epifanía que se produjo en Navidad: «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva al hombro el principado, y es su nombre: Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre perpetuo, Príncipe de la paz. Para dilatar el principado con una paz sin límites» (Is 9,5s). No sabemos si el profeta pensaba con esta palabra en algún niño nacido en su época. Pero parece imposible. Este es el único texto en el Antiguo Testamento en el que se dice de un niño, de un ser humano, que su nombre será Dios fuerte, Padre para siempre. Nos encontramos ante una visión que va, mucho más allá del momento histórico, hacia algo misterioso que pertenece al futuro. Un niño, en toda su debilidad, es Dios poderoso. Un niño, en toda su indigencia y dependencia, es Padre perpetuo. Y la paz será «sin límites». El profeta se había referido antes a esto hablando de «una luz grande» y, a propósito de la paz venidera, había dicho que la vara del opresor, la bota que pisa con estrépito y la túnica empapada de sangre serían pasto del fuego (cf. Is 9,1.3-4).
Dios se ha manifestado. Lo ha hecho como niño. Precisamente así se contrapone a toda violencia y lleva un mensaje que es paz. En este momento en que el mundo está constantemente amenazado por la violencia en muchos lugares y de diversas maneras; en el que siempre hay de nuevo varas del opresor y túnicas ensangrentadas, clamemos al Señor: Tú, el Dios poderoso, has venido como niño y te has mostrado a nosotros como el que nos ama y mediante el cual el amor vencerá. Y nos has hecho comprender que, junto a ti, debemos ser constructores de paz. Amamos tu ser niño, tu no-violencia, pero sufrimos porque la violencia continúa en el mundo, y por eso también te rogamos: Demuestra tu poder, ¡oh Dios! En este nuestro tiempo, en este mundo nuestro, haz que las varas del opresor, las túnicas llenas de sangre y las botas estrepitosas de los soldados sean arrojadas al fuego, de manera que tu paz venza en este mundo nuestro.
La Navidad es Epifanía: la manifestación de Dios y de su gran luz en un niño que ha nacido para nosotros. Nacido en un establo en Belén, no en los palacios de los reyes. Cuando Francisco de Asís celebró la Navidad en Greccio, en 1223, con un buey y una mula y un pesebre con paja, se hizo visible una nueva dimensión del misterio de la Navidad. Francisco de Asís llamó a la Navidad «la fiesta de las fiestas» – más que todas las demás solemnidades – y la celebró con «inefable fervor» (2 Celano, 199: Fonti Francescane, 787). Besaba con gran devoción las imágenes del Niño Jesús y balbuceaba palabras de dulzura como hacen los niños, nos dice Tomás de Celano (ibíd.). Para la Iglesia antigua, la fiesta de las fiestas era la Pascua: en la resurrección, Cristo había abatido las puertas de la muerte y, de este modo, había cambiado radicalmente el mundo: había creado para el hombre un lugar en Dios mismo. Pues bien, Francisco no ha cambiado, no ha querido cambiar esta jerarquía objetiva de las fiestas, la estructura interna de la fe con su centro en el misterio pascual. Sin embargo, por él y por su manera de creer, ha sucedido algo nuevo: Francisco ha descubierto la humanidad de Jesús con una profundidad completamente nueva. Este ser hombre por parte de Dios se le hizo del todo evidente en el momento en que el Hijo de Dios, nacido de la Virgen María, fue envuelto en pañales y acostado en un pesebre. La resurrección presupone la encarnación. El Hijo de Dios como niño, como un verdadero hijo de hombre, es lo que conmovió profundamente el corazón del Santo de Asís, transformando la fe en amor. «Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre»: esta frase de san Pablo adquiría así una hondura del todo nueva. En el niño en el establo de Belén, se puede, por decirlo así, tocar a Dios y acariciarlo. De este modo, el año litúrgico ha recibido un segundo centro en una fiesta que es, ante todo, una fiesta del corazón.
Todo eso no tiene nada de sensiblería. Precisamente en la nueva experiencia de la realidad de la humanidad de Jesús se revela el gran misterio de la fe. Francisco amaba a Jesús, al niño, porque en este ser niño se le hizo clara la humildad de Dios. Dios se ha hecho pobre. Su Hijo ha nacido en la pobreza del establo. En el niño Jesús, Dios se ha hecho dependiente, necesitado del amor de personas humanas, a las que ahora puede pedir su amor, nuestro amor. La Navidad se ha convertido hoy en una fiesta de los comercios, cuyas luces destellantes esconden el misterio de la humildad de Dios, que nos invita a la humildad y a la sencillez. Roguemos al Señor que nos ayude a atravesar con la mirada las fachadas deslumbrantes de este tiempo hasta encontrar detrás de ellas al niño en el establo de Belén, para descubrir así la verdadera alegría y la verdadera luz.
Francisco hacía celebrar la santa Eucaristía sobre el pesebre que estaba entre el buey y la mula (cf. 1 Celano, 85: Fonti, 469). Posteriormente, sobre este pesebre se construyó un altar para que, allí dónde un tiempo los animales comían paja, los hombres pudieran ahora recibir, para la salvación del alma y del cuerpo, la carne del Cordero inmaculado, Jesucristo, como relata Celano (cf. 1 Celano, 87: Fonti, 471). En la Noche santa de Greccio, Francisco cantaba personalmente en cuanto diácono con voz sonora el Evangelio de Navidad. Gracias a los espléndidos cantos navideños de los frailes, la celebración parecía toda una explosión de alegría (cf. 1 Celano, 85 y 86: Fonti, 469 y 470). Precisamente el encuentro con la humildad de Dios se transformaba en alegría: su bondad crea la verdadera fiesta.
Quien quiere entrar hoy en la iglesia de la Natividad de Jesús, en Belén, descubre que el portal, que un tiempo tenía cinco metros y medio de altura, y por el que los emperadores y los califas entraban al edificio, ha sido en gran parte tapiado. Ha quedado solamente una pequeña abertura de un metro y medio. La intención fue probablemente proteger mejor la iglesia contra eventuales asaltos pero, sobre todo, evitar que se entrara a caballo en la casa de Dios. Quien desea entrar en el lugar del nacimiento de Jesús, tiene que inclinarse. Me parece que en eso se manifiesta una cercanía más profunda, de la cual queremos dejarnos conmover en esta Noche santa: si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón «ilustrada». Debemos deponer nuestras falsas certezas, nuestra soberbia intelectual, que nos impide percibir la proximidad de Dios. Hemos de seguir el camino interior de san Francisco: el camino hacia esa extrema sencillez exterior e interior que hace al corazón capaz de ver. Debemos bajarnos, ir espiritualmente a pie, por decirlo así, para poder entrar por el portal de la fe y encontrar a Dios, que es diferente de nuestros prejuicios y nuestras opiniones: el Dios que se oculta en la humildad de un niño recién nacido. Celebremos así la liturgia de esta Noche santa y renunciemos a la obsesión por lo que es material, mensurable y tangible. Dejemos que nos haga sencillos ese Dios que se manifiesta al corazón que se ha hecho sencillo. Y pidamos también en esta hora ante todo por cuantos tienen que vivir la Navidad en la pobreza, en el dolor, en la condición de emigrantes, para que aparezca ante ellos un rayo de la bondad de Dios; para que les llegue a ellos y a nosotros esa bondad que Dios, con el nacimiento de su Hijo en el establo, ha querido traer al mundo. Amén.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Evangelio de fin de semana


¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


domingo 25 Diciembre 2011

Solemnidad de la Natividad del Señor: Misa del día


Fiesta de la Iglesia : Natividad de Nuestro Señor

Evangelio según San Juan 1,1-18.



Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. 
Al principio estaba junto a Dios. 
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. 
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. 
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. 
Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. 
El no era la luz, sino el testigo de la luz. 
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. 
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. 
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. 
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. 
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. 
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. 
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". 
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: 
porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. 
Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre. 



Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. 



Leer el comentario del Evangelio por : Papa Benedicto XVI 
Homilía del  25/12/05 (© Libreria Editrice Vaticana) 

«Yo te he engendrado hoy»
      "El Señor me ha dicho: Tu eres mi hijo, yo te he engendrado hoy". Con estas palabras del Salmo segundo, la Iglesia inicia la Santa Misa de la vigilia de Navidad, en la cual celebramos el nacimiento de nuestro Redentor Jesucristo en el establo de Belén. En otro tiempo, este Salmo pertenecía al ritual de la coronación del rey de Judá. El pueblo de Israel, a causa de su elección, se sentía de modo particular hijo de Dios, adoptado por Dios. Como el rey era la personificación de aquel pueblo, su entronización se vivía como un acto solemne de adopción por parte de Dios, en el cual el rey estaba en cierto modo implicado en el misterio mismo de Dios.
      En la noche de Belén, estas palabras que de hecho eran más la expresión de una esperanza que de una realidad presente, han adquirido un significado nuevo e inesperado. El Niño en el pesebre es verdaderamente el Hijo de Dios. Dios no es soledad eterna, sino un círculo de amor en el recíproco entregarse y volverse a entregar. Él es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
      Más aún, en Jesucristo, el Hijo de Dios, Dios mismo se ha hecho hombre. El Padre le dice: "Tu eres mi hijo". El eterno hoy de Dios ha descendido en el hoy efímero del mundo, arrastrando nuestro hoy pasajero al hoy perenne de Dios. Dios es tan grande que puede hacerse pequeño. Dios es tan potente que puede hacerse inerme y venir a nuestro encuentro como niño indefenso, a fin de que podamos amarlo. Es tan bueno que puede renunciar a su esplendor divino y descender a un establo para que podamos encontrarlo y, de este modo, su bondad nos toque, nos sea comunicada y continúe actuando a través de nosotros. Esto es la Navidad: "Tu eres mi hijo, hoy yo te he engendrado". Dios se ha hecho uno de nosotros, para que podamos estar con Él, llegar a ser semejantes a Él. Ha elegido como signo suyo al Niño en el pesebre: Él es así. De este modo aprendemos a conocerlo. Y sobre todo niño resplandece algún destello de aquel hoy, de la cercanía de Dios que debemos amar y a la cual hemos de someternos; sobre todo niño, también sobre el que aún no ha nacido.


sábado, 24 de diciembre de 2011

FELIZZZZZZZZZZZZZZZ NOCHE BUENAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!

AMIGOS DEL BLOGS: Asi cómo la lluvia ha empapado la tierra y no vuelve sin haber dado vida, que el Divino Niño Jesus los empape de bendiciones, paz, amor, les haga renacer en su presencia y le de todo aquello que necesiten. feliz noche buena para todosssssssssssssssss!!!!

jueves, 22 de diciembre de 2011

En discurso anual sobre "El Estado de la Iglesia" Benedicto XVI: No hay reforma de la Iglesia sin renovación en la Fe

Al recibir esta mañana a los miembros de la Curia romana para el tradicional intercambio de saludos navideños, el Papa Benedicto XVI señaló que "el gran tema" de los años siguientes, es "cómo anunciar el Evangelio"; e insistió en que sólo una auténtica renovación de los cristianos en su Fe puede dar lugar a la reforma de la Iglesia.
A continuación, la versión íntegra del discurso del Pontífice a la Curia, que por su importancia es conocido como "El Estado de la Iglesia".  

Señores Cardenales,
Venerados Hermanos en el Episcopado y en el Presbiterado,
queridos hermanos y hermanas

Vivimos hoy en un momento especialmente intenso. La santa Navidad está ya muy cerca y lleva a la gran familia de la Curia romana a reunirse para este hermoso intercambio de felicitaciones, que conllevan el deseo recíproco de vivir con alegría y auténtico fruto espiritual la fiesta de Dios que se hizo carne y puso su morada entre nosotros (cf. Jn 1,14). Esta es para mí una ocasión no sólo para expresar mi felicitación personal, sino también para manifestar a cada uno de vosotros mi agradecimiento y el de la Iglesia por vuestro generoso servicio; os ruego que lo transmitáis también a todos los colaboradores de nuestra gran familia. Doy las gracias de modo particular al Cardenal Decano, Angelo Sodano, que se ha hecho portavoz de los sentimientos de todos los presentes y de los que trabajan en las diferentes oficinas de la Curia, del Governatorato, incluidos los que desempeñan su ministerio en las Representaciones Pontificias repartidas por todo el mundo. Todos estamos comprometidos en que el anuncio que los ángeles proclamaron en la noche de Belén, «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad» (Lc 2,14), resuene en toda la tierra para llevar gozo y esperanza.
En este final del año, Europa se encuentra en una crisis económica y financiera que, en última instancia, se funda sobre la crisis ética que amenaza al Viejo Continente. Aunque no están en discusión algunos valores como la solidaridad, el compromiso por los demás, la responsabilidad por los pobres y los que sufren, falta con frecuencia, sin embargo, la fuerza que los motive, capaz de inducir a las personas y a los grupos sociales a renuncias y sacrificios. El conocimiento y la voluntad no siguen siempre la misma pauta. La voluntad que defiende el interés personal oscurece el conocimiento, y el conocimiento debilitado no es capaz de fortalecer la voluntad. Por eso, de esta crisis surgen preguntas muy fundamentales: ¿Dónde está la luz que pueda iluminar nuestro conocimiento, no sólo con ideas generales, sino con imperativos concretos? ¿Dónde está la fuerza que lleva hacia lo alto nuestra voluntad? Estas son preguntas a las que debe responder nuestro anuncio del Evangelio, la nueva evangelización, para que el mensaje llegue a ser acontecimiento, el anuncio se convierta en vida.
En efecto, el gran tema de este año, como también de los siguientes, es cómo anunciar el Evangelio. ¿De qué manera la fe, en cuanto fuerza viva y vital, puede llegar a ser hoy realidad? Todos los acontecimientos eclesiales del año que está por concluir han estado relacionados en definitiva con este tema. Se han realizado viajes a Croacia, a España, para la Jornada Mundial de la Juventud, a mi Patria, Alemania, y finalmente a África, Benín, para la entrega del Documento postsinodal sobre justicia, paz y reconciliación; un documento del que ha de nacer una realidad concreta en las diversas Iglesias particulares. Han sido inolvidables también los viajes a Venecia, a San Marino, a Ancona, para el Congreso eucarístico, y a Calabria. Y ha tenido lugar, en fin, la importante jornada del encuentro entre las religiones y entre las personas en búsqueda de verdad y de paz en Asís; una jornada concebida como un nuevo impulso en la peregrinación hacia la verdad y la paz. La institución del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización nos remite anticipadamente al Sínodo que sobre el mismo tema tendrá lugar en el próximo año. También tiene que ver con ello el Año de la Fe, en recuerdo del comienzo del Concilio, hace cincuenta años. Cada uno de estos acontecimientos ha tenido su propio matiz. En Alemania, el país de origen de la Reforma, la cuestión ecuménica, con todas sus dificultades y esperanzas, ha tenido naturalmente una importancia particular. Indisolublemente unida a esto, hay siempre en el centro de las discusiones una pregunta: ¿Qué es una reforma de la Iglesia? ¿Cómo sucede? ¿Cuáles son sus caminos y sus objetivos? No sólo los fieles creyentes, sino también otros ajenos, observan con preocupación cómo los que van regularmente a la iglesia son cada vez más ancianos y su número disminuye continuamente; cómo hay un estancamiento de las vocaciones al sacerdocio; cómo crecen el escepticismo y la incredulidad. ¿Qué debemos hacer entonces? Hay una infinidad de discusiones sobre lo que se debe hacer para invertir la tendencia. Y, ciertamente, es necesario hacer muchas cosas. Pero el hacer, por sí solo, no resuelve el problema. El núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es la crisis de fe. Si no encontramos una respuesta para ella, si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces.
En este sentido, el encuentro en África con la gozosa pasión por la fe ha sido de gran aliento. Allí no se percibía ninguna señal del cansancio de la fe, tan difundido entre nosotros, ningún tedio de ser cristianos, como se percibe cada vez más en nosotros. Con tantos problemas, sufrimientos y penas como hay ciertamente en África, siempre se experimentaba sin embargo la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia. De esta alegría nacen también las energías para servir a Cristo en las situaciones agobiantes de sufrimiento humano, para ponerse a su disposición, sin replegarse en el propio bienestar. Encontrar esta fe dispuesta al sacrificio, y precisamente alegre en ello, es una gran medicina contra el cansancio de ser cristianos que experimentamos en Europa.
La magnífica experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid, ha sido también una medicina contra el cansancio de creer. Ha sido una nueva evangelización vivida. Cada vez con más claridad se perfila en las Jornadas Mundiales de la Juventud un modo nuevo, rejuvenecido, de ser cristiano, que quisiera intentar caracterizar en cinco puntos.
1. Primero, hay una nueva experiencia de la catolicidad, la universalidad de la Iglesia. Esto es lo que ha impresionado de inmediato a los jóvenes y a todos los presentes: venimos de todos los continentes y, aunque nunca nos hemos visto antes, nos conocemos. Hablamos lenguas diversas y tenemos diferentes hábitos de vida, diferentes formas culturales y, sin embargo, nos encontramos de inmediato unidos, juntos como una gran familia. Se relativiza la separación y la diversidad exterior. Todos quedamos tocados por el único Señor Jesucristo, en el cual se nos ha manifestado el verdadero ser del hombre y, a la vez, el rostro mismo de Dios. Nuestras oraciones son las mismas. En virtud del encuentro interior con Jesucristo, hemos recibido en nuestro interior la misma formación de la razón, de la voluntad y del corazón. Y, en fin, la liturgia común constituye una especie de patria del corazón y nos une en una gran familia. El hecho de que todos los seres humanos sean hermanos y hermanas no es sólo una idea, sino que aquí se convierte en una experiencia real y común que produce alegría. Y, así, hemos comprendido también de manera muy concreta que, no obstante todas las fatigas y la oscuridad, es hermoso pertenecer a la Iglesia universal, a la Iglesia católica, que el Señor nos ha dado.
2. De aquí nace después un modo nuevo de vivir el ser hombres, el ser cristianos. Una de las experiencias más importantes de aquellos días ha sido para mí el encuentro con los voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud: eran alrededor de 20.000 jóvenes que, sin excepción, habían puesto a disposición semanas o meses de su vida para colaborar en los preparativos técnicos, organizativos y de contenido de la JMJ, y precisamente así habían hecho posible el desarrollo ordenado de todo el conjunto. Al dar su tiempo, el hombre da siempre una parte de la propia vida. Al final, estos jóvenes estaban visible y «tangiblemente» llenos de una gran sensación de felicidad: su tiempo que habían entregado tenía un sentido; precisamente en el dar su tiempo y su fuerza laboral habían encontrado el tiempo, la vida. Y entonces, algo fundamental se me ha hecho evidente: estos jóvenes habían ofrecido en la fe un trozo de vida, no porque había sido mandado o porque con ello se ganaba el cielo; ni siquiera porque así se evita el peligro del infierno. No lo habían hecho porque querían ser perfectos. No miraban atrás, a sí mismos. Me vino a la mente la imagen de la mujer de Lot que, mirando hacia atrás, se convirtió en una estatua de sal. Cuántas veces la vida de los cristianos se caracteriza por mirar sobre todo a sí mismos; hacen el bien, por decirlo así, para sí mismos. Y qué grande es la tentación de todos los hombres de preocuparse sobre todo de sí mismos, de mirar hacia atrás a sí mismos, convirtiéndose así interiormente en algo vacío, «estatuas de sal». Aquí, en cambio, no se trataba de perfeccionarse a sí mismos o de querer tener la propia vida para sí mismos. Estos jóvenes han hecho el bien – aun cuando ese hacer haya sido costoso, aunque haya supuesto sacrificios – simplemente porque hacer el bien es algo hermoso, es hermoso ser para los demás. Sólo se necesita atreverse a dar el salto. Todo eso ha estado precedido por el encuentro con Jesucristo, un encuentro que enciende en nosotros el amor por Dios y por los demás, y nos libera de la búsqueda de nuestro propio «yo». Una oración atribuida a san Francisco Javier dice: «Hago el bien no porque a cambio entraré en el cielo y ni siquiera porque, de lo contrario, me podrías enviar al infierno. Lo hago porque Tú eres Tú, mi Rey y mi Señor». También en África encontré esta misma actitud, por ejemplo en las religiosas de Madre Teresa que cuidan de los niños abandonados, enfermos, pobres y que sufren, sin preguntarse por sí mismas y, precisamente así, se hacen interiormente ricas y libres. Esta es la actitud propiamente cristiana. También ha sido inolvidable para mí el encuentro con los jóvenes discapacitados en la fundación San José, de Madrid, encontré de nuevo la misma generosidad de ponerse a disposición de los demás; una generosidad en el darse que, en definitiva, nace del encuentro con Cristo que se ha entregado a sí mismo por nosotros.
3. Un tercer elemento, que de manera cada vez más natural y central forma parte de las Jornadas Mundiales de la Juventud, y de la espiritualidad que proviene de ellas, es la adoración. Fue inolvidable para mí, durante mi viaje en el Reino Unido, el momento en Hydepark, en que decenas de miles de personas, en su mayoría jóvenes, respondieron con un intenso silencio a la presencia del Señor en el Santísimo Sacramento, adorándolo. Lo mismo sucedió, de modo más reducido, en Zagreb, y de nuevo en Madrid, tras el temporal que amenazaba con estropear todo el encuentro nocturno, al no funcionar los micrófonos. Dios es omnipresente, sí. Pero la presencia corpórea de Cristo resucitado es otra cosa, algo nuevo. El Resucitado viene en medio de nosotros. Y entonces no podemos sino decir con el apóstol Tomás: «Señor mío y Dios mío». La adoración es ante todo un acto de fe: el acto de fe como tal. Dios no es una hipótesis cualquiera, posible o imposible, sobre el origen del universo. Él está allí. Y si él está presente, yo me inclino ante él. Entonces, razón, voluntad y corazón se abren hacia él, a partir de él. En Cristo resucitado está presente el Dios que se ha hecho hombre, que sufrió por nosotros porque nos ama. Entramos en esta certeza del amor corpóreo de Dios por nosotros, y lo hacemos amando con él. Esto es adoración, y esto marcará después mi vida. Sólo así puedo celebrar también la Eucaristía de modo adecuado y recibir rectamente el Cuerpo del Señor.
4. Otro elemento importante de las Jornadas Mundiales de la Juventud es la presencia del Sacramento de la Penitencia que, de modo cada vez más natural, forma parte del conjunto. Con eso reconocemos que tenemos continuamente necesidad de perdón y que perdón significa responsabilidad. Existe en el hombre, proveniente del Creador, la disponibilidad a amar y la capacidad de responder a Dios en la fe. Pero, proveniente de la historia pecaminosa del hombre (la doctrina de la Iglesia habla del pecado original), existe también la tendencia contraria al amor: la tendencia al egoísmo, al encerrarse en sí mismo, más aún, al mal. Mi alma se mancha una y otra vez por esta fuerza de gravedad que hay en mí, que me atrae hacia abajo. Por eso necesitamos la humildad que siempre pide de nuevo perdón a Dios; que se deja purificar y que despierta en nosotros la fuerza contraria, la fuerza positiva del Creador, que nos atrae hacia lo alto.
5. Finalmente, como última característica que no hay que descuidar en la espiritualidad de las Jornadas Mundiales de la Juventud, quisiera mencionar la alegría. ¿De dónde viene? ¿Cómo se explica? Seguramente hay muchos factores que intervienen a la vez. Pero, según mi parecer, lo decisivo es la certeza que proviene de la fe: yo soy amado. Tengo un cometido en la historia. Soy aceptado, soy querido. Josef Pieper, en su libro sobre el amor, ha mostrado que el hombre puede aceptarse a sí mismo sólo si es aceptado por algún otro. Tiene necesidad de que haya otro que le diga, y no sólo de palabra: «Es bueno que tú existas». Sólo a partir de un «tú», el «yo» puede encontrarse a sí mismo. Sólo si es aceptado, el «yo» puede aceptarse a sí mismo. Quien no es amado ni siquiera puede amarse a sí mismo. Este ser acogido proviene sobre todo de otra persona. Pero toda acogida humana es frágil. A fin de cuentas, tenemos necesidad de una acogida incondicionada. Sólo si Dios me acoge, y estoy seguro de ello, sabré definitivamente: «Es bueno que yo exista». Es bueno ser una persona humana. Allí donde falta la percepción del hombre de ser acogido por parte de Dios, de ser amado por él, la pregunta sobre si es verdaderamente bueno existir como persona humana, ya no encuentra respuesta alguna. La duda acerca de la existencia humana se hace cada vez más insuperable. Cuando llega a ser dominante la duda sobre Dios, surge inevitablemente la duda sobre el mismo ser hombres. Hoy vemos cómo esta duda se difunde. Lo vemos en la falta de alegría, en la tristeza interior que se puede leer en tantos rostros humanos. Sólo la fe me da la certeza: «Es bueno que yo exista». Es bueno existir como persona humana, incluso en tiempos difíciles. La fe alegra desde dentro. Ésta es una de las experiencias maravillosas de las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Nos llevaría muy lejos hablar ahora también del encuentro de Asís de manera detallada, como merecería la importancia del acontecimiento. Agradezcamos sencillamente a Dios porque nosotros –representantes de las religiones del mundo y también representantes del pensamiento en búsqueda de la verdad – pudimos encontrarnos aquel día en un clima de amistad y de respeto recíproco, en el amor por la verdad y en la responsabilidad común por la paz. Podemos esperar que de este encuentro haya nacido una nueva disponibilidad para servir la paz, la reconciliación y la justicia.
Por último, quisiera agradecer de corazón a todos vosotros por el apoyo para llevar adelante la misión que el Señor nos ha confiado como testigos de su verdad, y os deseo a todos la alegría que Dios, en la encarnación de su Hijo, nos ha querido dar. Feliz Navidad a todos vosotros. Gracias.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

El Papa pide a jóvenes difundir mensaje de Jesús por Navidad


Al recibir esta mañana a una delegación de jóvenes de la Acción Católica Italiana (ACR), quienes quisieron felicitarle la Navidad, el Papa Benedicto XVI animó a los jóvenes a seguir sembrando la semilla del Evangelio .
"Llevad a vuestros compañeros esta hermosa invitación, y decidles: Mira, yo he respondido a la llamada de Jesús y he encontrado en Él un gran amigo que hallo en la oración, que veo entre mis amigos, y que escucho en el Evangelio", invitó el Papa.
Desde la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre animó a los jóvenes a imitar a Jesús "que no dejaba a nadie solo con sus problemas, sino que los acogía siempre, compartía sus dificultades, lo ayudaba y le daba la fuerza y la paz de Dios".
Benedicto XVI recordó que en la llamada de Dios, hay una invitación a la vida, a ser jóvenes cristianos, a practicar el bien y también a dar a Jesús "gracias por todo aquello que me das".
Animó a reservar todos los días un momento para la oración, y recordó a los jóvenes que deben honrar el gran don de la vida, "apreciadlo, agradecedlo al Señor, pedidle que os dé una vida alegre a todos los chicos y chicas del mundo: Que todos sean respetados, siempre, y que a nadie le falte lo necesario para vivir".
Explicó que mediante el Bautismo, Jesús se hizo hermano de nosotros, y con la Comunión no llama a la amistad, y "Él os acompaña siempre en el camino de vuestra vida".
"Responded con generosidad al Señor que os llama a su amistad: ¡No os defraudará nunca!", exclamó.
Explicó que Dios llama a ser un don de amor de diversas maneras, "para formar una familia", o como sacerdotes, religiosos, o misioneros. "Sed valientes en darle respuesta", y "¡seréis felices para toda la vida!", exhortó.
Finalmente Benedicto XVI deseó una feliz Navidad a los jóvenes y les animó a pensar en Jesús mientras ponen el Pesebre en sus casas y decir "Ven a mi vida y yo te escucharé siempre".

El Papa aprueba milagro de religiosa argentina que permitirá su beatificación


El Papa Benedicto XVI autorizó al Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos promulgar el decreto quereconoce el milagro atribuido a la intercesión de la Sierva de Dios María Crescencia Pérez, religiosa argentina de la Congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto.
El milagro reconocido se refiere a una joven víctima de hepatitis A fulminante, agravada por una diabetes infanto-juvenil, cuya posible y única solución podría haber sido un trasplante hepático que no se realizó. 
Invocada la intercesión de la Hermana Crescencia sobre una reliquia de la Sierva de Dios, a los cinco días el mal había desaparecido sin que mediara explicación científica.

En 1986 el entonces Obispo de San Nicolás de los Arroyos, Mons. Domingo Salvador Castagna, inició el proceso diocesano de beatificación de la Hermana María Crescencia Pérez. En 1989 se inició el proceso en Roma y tras el estudio de la vida y virtudes de María Crescencia, el Papa Juan Pablo II la declaró Venerable.
El ahora Obispo de San Nicolás de los Arroyos, Mons. Héctor S. Cardelli informó que "estamos a la espera de que el Santo Padre fije la fecha de beatificaciónde María Crescencia Pérez, se espera que esto ocurra pronto y se piensa que su beatificación se realizará en 2012 en Pergamino, donde vivió María Crescencia su infancia y adolescencia".
Su Vida
La Hermana María Crescencia Pérez (María Angélica), nació en San Martín, provincia de Buenos Aires, el 17 de agosto de 1897. Muy pronto se trasladó con su familia a la región de Pergamino, donde transcurrió su adolescencia en un clima de profunda fe religiosa, dedicándose a los estudios y al trabajo en los campos.
En 1915 ingresó en el Noviciado de las Hijas de María Santísima del Huerto en Buenos Aires y en 1918 emitió sus votos religiosos.
Los primeros años de su vida religiosa los dedicó a los niños como maestra de labores y como catequista, primero en la casa provincial y después en el colegio Nuestra Señora del Huerto de Buenos Aires.
En 1924 se dedicó con el mismo entusiasmo a los enfermos, especialmente a los niños tuberculosos en el Sanatorio Marítimo Solarium de Mar del Plata.
Luego se trasladó a Vallenar (Chile) donde algunas de sus Hermanas prestaban servicios en el hospital local.
Allí transcurrió el último período de su vida, dedicada totalmente al servicio de los enfermos. Murió a los 35 años el 20 de mayo de 1932. En 1966 su cuerpo fue encontrado incorrupto y actualmente se encuentra en la Capilla del Colegio del Huerto de Pergamino.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Benedicto XVI reconoce 65 nuevos mártires de Guerra Civil Española


El Papa Benedicto XVI aprobó la promulgación de los decretos que reconocen el martirio de 65 siervos de Dios, con lo cual estos testigos de la fe serán próximamente beatificados.
Los 65 están divididos en tres causas. En la primera están los españoles siervos de Dios Luis Orencio –en el siglo, Antonio Solá Garriga– y 18 compañeros, del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle); Antonio Mateo Salamero, sacerdote diocesano; y José Gorostazu Labayen, laico, padre defamilia; todos ellos asesinados por odio a la fe en diversos lugares del territorio de la arquidiócesis de Madrid (España) en 1936.
Siervos de Dios Alberto María Marco y Alemán y 8 compañeros de la Orden de los Carmelitas de la Antigua Observancia; Agustín María García Tribaldos y 15 compañeros del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, asesinados por odio a la fe en diversos lugares del territorio de la arquidiócesis de Madrid (España) entre 1936 y 1937.
Siervos de Dios Mariano Alcalá Pérez y 18 compañeros de la Orden de la Bienaventurada Virgen María de las Mercedes, asesinados por odio a la fe en diversos lugares del territorio de la diócesis de di Lleida (España) entre 1936 y 1937.
El Santo Padre también reconoció el martirio del Siervo de Dios Nicolas Rusca, sacerdote diocesano suizo, asesinado por odio a la fe en Suiza en 1618.
Esta aprobación de decretos se da solo dos días después de que el Cardenal Amato beatificara en la Catedral de la Almudena en Madrid (España) a 23 mártires de la guerra civil española, los llamados Mártires de Paracuellos, que fueron fusilados por odio a la fe en 1936 sin haber cometido delito, sin proceso y sin posibilidad de defensa alguna. Estos mártires murieron perdonando a sus verdugos.

El Papa aprueba milagros de 7 beatos y 5 Siervos de Dios


El Papa Benedicto XVI aprobó la promulgación de los decretos que reconocen los milagros de 7 beatos, que serán entonces próximamente canonizados (santos) y 5 siervos de Dios que serán beatificados.
El Santo Padre autorizó, en la audiencia que sostuvo con el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, la promulgación concerniente a los milagros de:
-Beato Giovanni Battista Piamarta (Italia, 1841-1913), sacerdote y fundador de la congregación de la Sagrada Familia de Nazareth y de la congregación de las Hermanas Humildes Siervas del Señor.
-Beato Jacques Berthieu (Francia, 1838-1896).
-Beata María del Monte Carmelo –en el siglo, María Carmela Sallés y Barangueras- (España, 1848-1911), fundadora de las hermanas de la Inmaculada Concepción Misioneras de la Enseñanza.
-Beata Marianne -en el siglo, Barbara Cope-, (Alemania, 1838-1918), religiosa de la Congregación de las Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco de Syracusa.
-Beata Katherine Tekakwitha (Ossernenon, actualmente Estados Unidos, 1656-1680), laica.
-Beato Pedro Calungsod, mártir (Filipinas, 1654-1672), laico.
-Beata Anna Schäffer (Alemania, 1882-1925), laica.
Siervos de Dios
-Venerable Siervo de Dios Louis Brisson (Francia, 1817-1908), sacerdote, fundador de los Oblatos y de las Oblatas de San Francisco de Sales.
-Venerable Siervo de Dios Luigi Novarese (Italia, 1914-1984), sacerdote diocesano, fundador de la Pía Unión de los Obreros Silenciosos de la Cruz.
-Venerable Sierva de Dios Maria Luisa –en el siglo, Gertrude Prosperi- (Italia, 1799-1847), de la Orden de San Benedicto, abadesa del monasterio de Trevi en Umbria (Italia).
-Venerable Sierva de Dios Madre de San Luis –en el siglo, Marie-Louise Elisabeth de Lamoignon, viuda Molé de Champlâtreux- (Francia, 1763-1825), fundadora de las Hermanas de la Caridad de San Luis.
-Venerable Sierva de Dios María Crescencia –en el siglo, María Angélica Pérez- (Argentina, 1897-1932), religiosa de la Congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto.
Virtudes heroicas
El Papa también aprobó la declaración de las virtudes heroicas de:
-Siervo de Dios Donato Giannotti, italiano; sacerdote diocesano; fundador de la Congregación de las Hermanas de la Inmaculada (1828 -1914)
- Siervo de Dios Marie-Eugène de l'Enfant-Jésus (en el siglo Henri Grialou), francés; sacerdote profeso de la Orden de los Carmelitas Descalzos; fundador del Instituto Notre-Dame de Vie; (1894 -1967).
-Sierva de Dios Alphonsa Maria (en el siglo Elisabeth Eppinger); francesa; fundadora de la Congregación de las Hermanas del Santísimo Salvador (1814 -1867).
-Sierva de Dios Margarita Lucja Szewczyk; ucraniana; fundadora de la Congregación de las Hijas de la Bienaventurada Virgen Dolorosa, llamadas "Seráficas"; (1828 -1905)
-Sierva de Dios Assunta Marchetti, italiana; co-fundadora de las Hermanas Misioneras de San Carlos (1871-1948).
-Sierva de Dios Maria Julitta (en el siglo Theresia Eleonora Ritz), alemana; religiosa profesa de la Congregación de las Hermanas del Redentor (1882-1966).
-Sierva de Dios Maria Anna Amico Roxas, italiana; laica; fundadora de la Sociedad de Santa Úrsula (1883-1947).

Benedicto XVI: Hablan mal del Papa y sin embargo seguimos adelante


El Papa Benedicto XVI respondió en la cárcel de Rebibbia en Roma una serie de preguntas de los reclusos. A la pregunta de un reo víctima del SIDA sobre la forma en que algunos se refieren a ellos, el Santo Padre dijo que también hay quienes hablan mal del Papa pero eso no debe desanimarnos sino que hay que seguir adelante.
A continuación presentamos una síntesis de las preguntas de los reclusos y las respuestas del Papa a las mismas presentadas hoy por el Vatican Information Service:
1.- Pregunto a Su Santidad si este gesto se entenderá en toda su sencillez también por parte de nuestros políticos y gobernantes para que se restituya a todos los últimos, incluidos nosotros, los detenidos, la dignidad y la esperanza que hay que reconocer a todos los seres.
R.- "He venido sobre todo para mostraros mi cercanía personal e íntima en la comunión con Cristo que os ama. Pero, ciertamente, esta visita que para vosotros es personal, es también un gesto público que recuerda a nuestros ciudadanos, a nuestro gobierno el hecho de que hay grandes problemas y dificultades en las cárceles italianas.
Y, efectivamente el objetivo de estas cárceles es el de ayudar a la justicia y la justicia implica como primer dato la dignidad humana (...) Por cuanto yo pueda, quiero señalar siempre que es importante que las cárceles respondan a su objetivo de renovar la dignidad humana y mejorar su condición y no de comprometerla. Esperemos que el gobierno tenga la posibilidad de responder a esta vocación".
2.- Más que una pregunta, prefiero pedirte que nos dejes agarrarnos a ti con nuestros sufrimientos y los de nuestros familiares, como a un cable eléctrico que comunica con nuestro Señor. Te quiero mucho.
R.- "Yo también te quiero mucho. La identificación del Señor con los encarcelados nos interpela profundamente. Y yo también tengo que preguntarme: "¿He cumplido el imperativo del Señor? He venido aquí porque sé que en vosotros me espera el Señor, que necesitáis que se os reconozca humanamente y que necesitáis la presencia del Señor que en el Juicio Final nos pedirá cuentas de ello; por eso espero que estos centros cumplan cada vez más con el objetivo de ayudar a los detenidos a reencontrarse , a reconciliarse con los demás, con Dios, para incorporarse de nuevo a la sociedad y ayudar al progreso de la humanidad".
3.- ¿Le parece justo que ahora que soy un hombre nuevo (...) y padre de una niña de pocos meses no me den la posibilidad de volver a casa, a pesar de haber pagado ampliamente mi deuda con la sociedad?
R.-"Ante todo, felicidades. Me alegra que se considere un hombre nuevo (...) Usted sabe que para la doctrina de la Iglesia lafamilia es fundamental y es importante que un padre tenga en brazos a su hija. Por eso rezo y espero que lo antes posible pueda tenerla realmente en brazos y estar con su mujer para construir una hermosa familia y contribuir al futuro de Italia".
4.- ¿Que pueden pedir los detenidos enfermos y seropositivos al Papa? Se habla muy poco de nosotros, y a menudo de una forma tan feroz, que parece que nos quieren eliminar de la sociedad. Hacen que nos sintamos infrahumanos.
R.- "Tenemos que soportar que algunos hablen mal de nosotros. También hablan mal del Papa y, sin embargo, seguimos adelante. Creo que es importante alentar a todos para que piensen bien, para que entiendan como sufrís, para que comprendan que tienen que ayudaros a levantaros.
Yo haré todo lo posible para invitar a pensar de forma justa -no con desprecio, sino con humanidad- que todos podemos caer, pero Dios quiere que todos lleguemos a Èl; y que debemos cooperar, con espíritu de fraternidad y reconociendo nuestra fragilidad, en este proceso para que los que han caído se levanten y prosigan su vida con dignidad".
5.-Santidad, me han enseñado que el Señor ve y lee dentro de nosotros, me pregunto ¿por qué la absolución se delega a los sacerdotes? Si yo la pidiera, sólo, de rodillas, dirigiéndome al Señor ¿me absolvería?
R.- "Hay que decir dos cosas. La primera: naturalmente, si usted se arrodilla y con verdadero amor de Dios, le pide perdón, Dios le perdonará (...) Pero hay otro elemento: el pecado no es solo algo personal, individual, entre Dios y yo; el pecado tiene siempre una dimensión horizontal (...) Por eso esta dimensión social, horizontal, del pecado exige que se absuelva también en el ámbito de la comunidad humana, de la comunidad de la Iglesia (...) exige el Sacramento.
(...) La absolución del sacerdote, la absolución sacramental, es necesaria para absolverme de este lazo con el mal y reintegrarme en la voluntad de Dios, dándome la certeza de que me perdona y me recibe en la comunidad de sus hijos".
6.- Santo Padre, el mes pasado estuvo en visita pastoral en África, en el pequeño país de Benin, una de las naciones más pobres del mundo. Allí ponen su esperanza y su fe en Dios y mueren en medio de la pobreza y la violencia. ¿Por qué Dios no los escucha? ¿Quizás escucha sólo a los ricos y poderosos que en cambio no tienen fe?
R.-"La medida de Dios y sus criterios son diversos de los nuestros. Dios da a estas personas la alegría de su presencia, hace que sientan que está cerca de ellos incluso en el sufrimiento y la dificultad y, naturalmente, nos llama para que hagamos cuanto esté en nuestras manos para que salgan de las tinieblas de las enfermedades y de la pobreza. (...) Tenemos que rezar a Dios para que haya justicia, para que todos puedan vivir en la alegría de ser sus hijos".
Terminadas las preguntas un detenido leyó una plegaria que había compuesto, titulada "Oración tras los barrotes", en la que pedía a Dios que "acortase las noches insomnes" y le recordase que "solo el amor da vida mientras el odio destruye y transforma en un infierno las largas e interminables jornadas".
Después el Papa rezó junto a los presos el Padre Nuestro. Al salir de la iglesia bendijo un ciprés plantado en el patio en recuerdo de su visita".

El Papa pide transformar economía a partir de relación íntima con Dios


El Papa Benedicto XVI exhortó a los responsables de las finanzas italianas a transformar la economía siendo fieles al Evangelio y viviendo en relación íntima con Dios.
Al recibir en audiencia a las Delegaciones de la Confederación de las Cooperativas Italianas y de la Federación Italiana de las Bancas Cooperativas, Benedicto XVI recordó que "la economía y el mercado no deben ir nunca separadas de la solidaridad".
El Santo Padre resaltó que aquello que caracteriza a las cooperativas católicas es "la inspiración cristiana, que debe constantemente orientarles", y recordó que su papel es promover la cultura de la vida y de la familia, favorecer la creación de trabajos respetuosos con el Evangelio, y valorar al hombre por encima de su lengua, raza o religión.
Benedicto XVI animó a los expertos a permanecer fieles al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia, ya que es parte de su identidad.
"Tened presentes y favoreced las distintas iniciativas de experimentación que llaman a los contenidos del Magisterio social de la Iglesia, como en los casos de consorcios sociales de desarrollo, de experiencias de microcrédito y de una economía animada por la lógica de la comunión y la fraternidad", animó.
"Para el cristiano entonces, amar al otro no es simplemente filantropía, sino expresión del amor de Dios y debe fundarse sobre el verdadero amor a Dios. Solo así podrá hacer experimentar a quien encuentra en la ternura providente del Padre celestial y llevar un rayo de esperanza también en las situaciones de oscuridad", explicó Benedicto XVI.
Recordó, que especialmente en el mundo de la economía y del trabajo, es necesario llevar el amor y la solidaridad a los demás a través "de una relación intensa con Dios, una escucha constante de su Palabra, una existencia nutrida de la Eucaristía".
"No olvidéis la importancia de hacer crecer esta dimensión espiritual en vuestro compromiso de respuesta a los diarios desafíos y urgencias sociales, para continuar trabajando en la lógica de la economía de la gratuidad, para promover un consumo responsable y sobrio", exhortó.
Benedicto XVI invitó a las organizaciones a dejarse aconsejar por los sacerdotes y favorecer así una economía real que tenga como motor el auténtico desarrollo de la personas humana, favoreciendo el equilibrio entre los derechos individuales y la promoción del bien común.
"En una época de grandes cambios, de persistente precariedad económica, de dificultad en el mundo del trabajo, la Iglesia siente el deber de anunciar con nuevo vigor el Mensaje de Cristo, con la fuerza de humanización y la carga de esperanza para el futuro que contiene".
"Vosotros queridos amigos, debéis ser conscientes que las cooperaciones católicas tienen un papel importante que desarrollar en este campo", "os deseo proseguir con serenidad y éxito vuestro compromiso social", concluyó.

El Papa: Misterio de Navidad está en confiar en Dios para acoger a Jesús


En su reflexión antes del Ángelus dominical el Papa Benedicto XVI señaló que el misterio de la Navidad está en confiar en el amor de Dios para acoger la vidadivina del Niño Jesús
A continuación la reflexión completa del Santo Padre presentada por Radio Vaticana:
"En este cuarto domingo de Adviento, la liturgia nos presenta este año el relato del anuncio del Ángel a María. Contemplando el icono estupendo de la Santísima Virgen, en el momento en que recibe el mensaje divino y da su respuesta, somos iluminados interiormente por la luz de la verdad que emana, siempre nueva, de aquel misterio.
En particular, quisiera detenerme brevemente sobre la importancia de la virginidad de María, es decir del hecho de que ella ha concebido a Jesús permaneciendo virgen.
Como telón de fondo del acontecimiento de Nazaret está la profecía de Isaías. ‘He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel’.
Esta antigua promesa ha encontrado cumplimiento sobreabundante en la Encarnación del Hijo de Dios. En efecto, no sólo la Virgen María ha concebido, sino que lo ha hecho por obra del Espíritu Santo, es decir del mismo Dios. El ser humano que comienza a vivir en su seno toma la carne de María, pero su existencia deriva totalmente de Dios.
Es plenamente hombre, hecho de tierra –para usar el símbolo bíblico– pero viene de lo alto, del Cielo. El hecho de que María conciba permaneciendo virgen es, por tanto, esencial para el conocimiento de Jesús y para nuestra fe, porque testimonia que la iniciativa ha sido de Dios y sobre todo revela quién es el concebido.
Como dice el Evangelio: ‘Por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios’. En este sentido, la virginidad de María y la divinidad de Jesús se garantizan recíprocamente.
Por esta razón es tan importante esa única pregunta que María, ‘muy turbada’, dirige al Ángel: ‘¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?’. En su sencillez, María es sapientísima: no duda del poder de Dios, pero quiere comprender mejor su voluntad, para conformarse completamente a esta voluntad.
María es infinitamente superada por el Misterio, y sin embargo ocupa perfectamente el lugar que, en el centro del mismo, le ha sido asignado. Su corazón y su mente son plenamente humildes, y, precisamente por su humildad singular, Dios espera el ‘sí’ de esta muchacha para realizar su designio.
Respeta su dignidad y su libertad. El ‘sí’ de María implica el conjunto de maternidad y virginidad, y desea que todo en Ella sea para la gloria de Dios, y el Hijo que nacerá de Ella pueda ser totalmente don de gracia.
Queridos amigos, la virginidad de María es única e irrepetible; pero su significado espiritual se refiere a todo cristiano. En sustancia, está ligado a la fe: en efecto, quien confía profundamente en el amor de Dios, acoge en sí mismo a Jesús, su vida divina, por la acción del Espíritu Santo. ¡Es éste el misterio de la Navidad! Deseo a todos vosotros que lo vivís con íntima alegría".
Recuerda a mártires beatificados ayer
En su saludo en español el Santo Padre hizo votos luego para que la Virgen María "nos ayude a intensificar nuestra preparación espiritual, para disponer nuestro corazón al nacimiento del Hijo de Dios".
"Con estos sentimientos, deseo también recordar a los misioneros Oblatos de María Inmaculada que, junto con el laico Cándido Castán, fueron beatificados ayer en Madrid. Que el testimonio de fe y caridad que dieron en su martirio nos sirva de estímulo y ejemplo para dedicar nuestra vida al servicio de Dios y de los hermanos. Feliz domingo", concluyó.
El Santo Padre también elevó sus oraciones por las poblaciones que en Filipinas son golpeadas por las inundaciones. A ellos expresó su solidaridad y cercanía.