miércoles, 28 de noviembre de 2012

El Papa: Urge hablar de Dios en nuestro tiempo especialmente en la familia


                                                    


En su habitual catequesis de la audiencia general de este miércoles, el Papa Benedicto XVi señaló que es muy necesario hablar de Dios en nuestro tiempo, para darle esperanza al mundo y a las personas, especialmente en el ámbito de la familia.

Ante miles de fieles reunidos en el Aula Pablo VI en el Vaticano, el Santo Padre inició su catequesis afirmando que "la pregunta principal que nos planteamos hoy es ¿cómo hablar de Dios en nuestro tiempo? ¿Cómo comunicar el Evangelio, para abrir caminos a su verdad salvífica en los corazones de nuestros contemporáneos, a menudo cerrados, y en sus mentes, a veces distraídas por tantos destellos de la sociedad?"

Esta pregunta, que se la hace el mismo Jesús, tiene como primera respuesta "que nosotros podemos hablar de Dios porque Dios ha hablado con nosotros. La primera condición del hablar de Dios es, por lo tanto, la escucha de lo que ha dicho el mismo Dios. Ha hablado con nosotros. Dios no es una hipótesis lejana del mundo por su origen, Dios se preocupa por nosotros, Dios nos ama, Dios ha entrado personalmente en la realidad de nuestra historia, se ha ‘auto-comunicado’ hasta encarnarse".

En la actualidad, dijo el Papa, "un lugar especial para hablar de Dios es la familia, la primera escuela para comunicar la fe a las nuevas generaciones".

El Concilio Vaticano II en los documentos Lumen Gentium y Apostolicam Actuositatem habla de los padres como los primeros mensajeros de Dios "llamados a redescubrir su misión, asumiendo la responsabilidad en la educación, en abrir la conciencia de los pequeños al amor de Dios como un servicio esencial para sus vidas, siendo los primeros catequistas y maestros de la fe para sus hijos".

"Y en esta tarea es importante ante todo la vigilancia, que significa saber aprovechar las oportunidades favorables para introducir en la familia el discurso de la fe y para hacer madurar una reflexión crítica respecto a las muchas influencias a las que están sometidos los hijos".

El Papa subrayó que "esta atención de los padres es también sensibilidad en el reconocimiento de las posibles preguntas religiosas que se hacen mentalmente los niños, a veces, evidentes a veces ocultas. Después está la alegría: la comunicación de la fe siempre debe tener un tono de alegría. Es la alegría de la Pascua, que no calla u oculta la realidad del dolor, del sufrimiento, la fatiga, las dificultades, la incomprensión y la muerte misma, sino que puede ofrecer criterios para la interpretación de todo, desde la perspectiva de la esperanza cristiana".

"La vida buena del Evangelio es esta nueva mirada, esta capacidad de ver con los mismos ojos de Dios cada situación. Es importante ayudar a todos los miembros de la familia a comprender que la fe no es una carga, sino una fuente de alegría profunda, es percibir la acción de Dios, reconocer la presencia del bien, que no hace ruido, y proporciona valiosas orientaciones para vivir bien la propia existencia".

En la familia también debe resaltar "la capacidad de escucha y de dialogo: la familia debe ser un ámbito donde se aprende a estar juntos, para conciliar los conflictos en el diálogo mutuo, que está hecho de escucha y de palabra, de entenderse y amarse, para ser signo, el uno para el otro, del amor misericordioso de Dios".

Tras recordar que "Dios es una realidad de nuestra vida, Dios es tan grande que tiene tiempo también para nosotros, que puede ocuparse de nosotros y se ocupa de nosotros", Benedicto XVI dijo que "hablar de Dios significa, ante todo tener claro lo que debemos brindar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. No un Dios abstracto, no una hipótesis, sino un Dios concreto, un Dios que existe, que ha entrado en la historia y está presente en la historia, el Dios de Jesucristo como respuesta a la pregunta fundamental del por qué y cómo vivir".

"Por lo tanto, hablar de Dios requiere una familiaridad con Jesús y su Evangelio, presupone un conocimiento nuestro personal y real de Dios y una gran pasión por su proyecto de salvación, sin ceder a la tentación del éxito, sino siguiendo el método de Dios mismo".

El método de Dios, dijo el Papa, "es el de la humildad, Dios se hace uno de nosotros, es el método cumplido en la Encarnación, en la humilde casa de Nazaret y en la gruta de Belén, la parábola del grano de mostaza. Se requiere no temer la humildad de los pequeños pasos y confiar en la levadura, que penetra en la masa y la hace crecer lentamente".

El Pontífice afirmó además que "al hablar de Dios, en la obra de la evangelización, bajo la guía del Espíritu Santo, es necesario recuperar la simplicidad, un retorno a lo esencial del anuncio: la Buena Nueva de un Dios que es real, concreto, de un Dios que se preocupa por nosotros, de un Dios-Amor que se acerca a nosotros en Jesucristo hasta la Cruz y que, en laResurrección nos dona la esperanza y nos abre a una vida que no tiene fin, la vida eterna".

Como San Pablo, al hablar de Dios no se "habla de una filosofía que él ha desarrollado, no habla de ideas que ha encontrado o que ha inventado, habla de una realidad de su vida, habla del Dios que ha entrado en su vida, habla de un Dios real, que vive, que ha hablado con él, que hablará con él del Cristo resucitado, crucificado y resucitado".

"La segunda realidad es que habla, no se busca a sí mismo, no quiere crearse un grupo de admiradores, no quiere entrar en la historia como líder de una escuela de grandes conocimientos, no se busca a sí mismo, no quiere tener un grupo de admiradores suyos, Pablo anuncia a Cristo y quiere ganar personas para el Dios verdadero y real. Pablo habla con el único anhelo de predicar lo que ha entrado en su vida y que es la verdadera vida, que lo ha conquistado en el camino a Damasco".

Para hablar de Dios, prosiguió el Santo Padre, "tenemos que dejarle espacio en la esperanza de que es Él quien actúa en nuestra debilidad: dejar espacio sin miedo, con sencillez y alegría, en la profunda convicción de que cuanto más lo pongamos en medio, y no a nosotros, más nuestra comunicación será fructífera".

"Y esto también vale para las comunidades cristianas: ellas están llamados a mostrar la acción transformadora de la gracia de Dios, superando individualismos, cerrazones, egoísmos, indiferencia y viviendo en sus relaciones cotidianas el amor de Dios. ¿Son realmente así nuestras comunidades? Tenemos que ponernos en acción para ser cada vez más anunciadores de Cristo y no de nosotros mismos".

Benedicto XVI dijo que hablar de Dios "significa comprender con la palabra y con la vida que Dios no es un competidor de nuestra existencia, sino que es el verdadero garante, el garante de la grandeza de la persona humana".

"Así volvemos al principio: hablar de Dios es comunicar, con fuerza y ??sencillez, con la palabra y la vida, lo que es esencial: el Dios de Jesucristo, el Dios que nos ha mostrado un amor tan grande, de encarnarse, morir y resucitar por nosotros".

Dios, concluyó el Papa, "nos invita a seguirlo y dejarnos transformar por su amor inmenso para renovar nuestra vida y nuestras relaciones; el Dios que nos ha dado a la Iglesia, para caminar juntos y, a través de la Palabra y losSacramentos, renovar la entera Ciudad de los hombres, para que pueda llegar a ser la Ciudad de Dios".

TEXTO COMPLETO: Catequesis del Papa sobre la urgencia de hablar de Dios en nuestro tiempo


                                                          


Queridos hermanos y hermanas:

La pregunta principal que nos planteamos hoy es ¿cómo hablar de Dios en nuestro tiempo? ¿Cómo comunicar el Evangelio, para abrir caminos a su verdad salvífica en los corazones de nuestros contemporáneos, a menudo cerrados, y en sus mentes, a veces distraídas por tantos destellos de la sociedad?

El mismo Jesús, nos dicen los evangelistas, al anunciar el Reino de Dios se preguntó acerca de esto: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo?" (Mc 4, 30). Cómo hablar de Dios hoy. La primera respuesta es que nosotros podemos hablar de Dios porque Dios ha hablado con nosotros. La primera condición del hablar de Dios es, por lo tanto, la escucha de lo que ha dicho el mismo Dios. Ha hablado con nosotros. Dios no es una hipótesis lejana del mundo por su origen, Dios se preocupa por nosotros, Dios nos ama, Dios ha entrado personalmente en la realidad de nuestra historia, se ha ‘auto-comunicado’ hasta encarnarse.

Por lo tanto, Dios es una realidad de nuestra vida, Dios es tan grande que tiene tiempo también para nosotros, que puede ocuparse de nosotros y se ocupa de nosotros. En Jesús de Nazaret, encontramos el rostro de Dios, que ha bajado de su Cielo, para sumergirse en el mundo de los hombres y en nuestro mundo y enseñar el "arte de vivir", el camino hacia la felicidad; para liberarnos del pecado y hacernos plenamente hijos de Dios (cfr. Ef 1, 5, Rom 8, 14). Jesús vino para salvarnos y mostrarnos la vida buena del Evangelio.

Hablar de Dios significa, ante todo tener claro lo que debemos brindar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. No un Dios abstracto, no una hipótesis, sino un Dios concreto, un Dios que existe, que ha entrado en la historia y está presente en la historia, el Dios de Jesucristo como respuesta a la pregunta fundamental del por qué y cómo vivir.

Por lo tanto, hablar de Dios requiere una familiaridad con Jesús y su Evangelio, presupone un conocimiento nuestro personal y real de Dios y una gran pasión por su proyecto de salvación, sin ceder a la tentación del éxito, sino siguiendo el método de Dios mismo. El método de Dios es el de la humildad, Dios se hace uno de nosotros, es el método cumplido en la Encarnación, en la humilde casa de Nazaret y en la gruta de Belén, la parábola del grano de mostaza. Se requiere no temer la humildad de los pequeños pasos y confiar en la levadura, que penetra en la masa y la hace crecer lentamente (cfr. Mt 13, 33).

Al hablar de Dios, en la obra de la evangelización, bajo la guía del Espíritu Santo, es necesario recuperar la simplicidad, un retorno a lo esencial del anuncio: la Buena Nueva de un Dios que es real, concreto, de un Dios que se preocupa por nosotros, de un Dios-Amor que se acerca a nosotros en Jesucristo hasta la Cruz y que, en la Resurrección nos dona la esperanza y nos abre a una vida que no tiene fin, la vida eterna. Ese comunicador excepcional que fue el apóstol Pablo nos ofrece una lección que va directo al corazón de la fe, sobre cómo hablar de Dios con gran sencillez. Hemos escuchado hace poco que en la primera carta a los Corintios escribe: "Por mi parte, hermanos, cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado" (2, 1-2).

Por lo tanto, la primera realidad es que no habla de una filosofía que él ha desarrollado, no habla de ideas que ha encontrado o que ha inventado, habla de una realidad de su vida, habla del Dios que ha entrado en su vida, habla de un Dios real, que vive, que ha hablado con él, que hablará con él del Cristo resucitado, crucificado y resucitado.

La segunda realidad es que habla, no se busca a sí mismo, no quiere crearse un grupo de admiradores, no quiere entrar en la historia como líder de una escuela de grandes conocimientos, no se busca a sí mismo, no quiere tener un grupo de admiradores suyos, Pablo anuncia a Cristo y quiere ganar personas para el Dios verdadero y real. Pablo habla con el único anhelo de predicar lo que ha entrado en su vida y que es la verdadera vida, que lo ha conquistado en el camino a Damasco.

Hablar de Dios quiere decir dar espacio a Aquél que nos lo hace conocer, que nos revela su rostro de amor; significa expropiar nuestro propio yo, ofreciéndolo a Cristo, conscientes de que no somos nosotros los que podemos ganar a los otros para Dios, sino que debemos esperarlos de parte del mismo Dios, invocárselos a Él. El hablar de Dios nace por lo tanto de la escucha, de nuestro conocimiento de Dios que se realiza en la familiaridad con Dios, en la vida de oración y según los mandamientos.

Comunicar la fe, para San Pablo no quiere decir traer a sí mismo, sino decir abiertamente y públicamente lo que ha visto y oído en el encuentro con Cristo, lo que él ha experimentado en su vida ya transformada por aquel encuentro: es llevar a Jesús, que siente en sí mismo y se ha convertido en el verdadero sentido de su vida, para que quede claro a todos que Él es necesario para el mundo y decisivo para la libertad de cada hombre.

El Apóstol no se contenta con proclamar las palabras, sino que implica la totalidad de su vida en la gran obra de la fe. Para hablar de Dios, tenemos que dejarle espacio en la esperanza de que es Él quien actúa en nuestra debilidad: dejar espacio sin miedo, con sencillez y alegría, en la profunda convicción de que cuanto más lo pongamos en medio, y no a nosotros, más nuestra comunicación será fructífera. Y esto también vale para las comunidades cristianas: ellas están llamados a mostrar la acción transformadora de la gracia de Dios, superando individualismos, cerrazones, egoísmos, indiferencia y viviendo en sus relaciones cotidianas el amor de Dios. ¿Son realmente así nuestras comunidades? Tenemos que ponernos en acción para ser cada vez más anunciadores de Cristo y no de nosotros mismos.

En este punto debemos preguntarnos cómo comunicaba Jesús. Jesús en su unicidad habla de su padre –Abba– y del Reino de Dios, con los ojos llenos de compasión por los sufrimientos y las dificultades de la existencia humana. Habla con gran realismo y, yo diría de manera esencial. El anuncio de Jesús nos muestra que en el mundo y en la creación aparece el rostro de Dios y nos muestra cómo en las historias cotidianas de nuestra vida Dios está presente, como en las parábolas de la naturaleza, del grano de mostaza, en la parábola del hijo pródigo, Lázaro y en todas las parábolas de Jesús.

En los Evangelios vemos como Jesús está interesado por todas las situaciones humanas que encuentra, se sumerge en la realidad de los hombres y mujeres de su tiempo, con una plena confianza en la ayuda del Padre. Y en verdad, en estas historias, de manera oculta, Dios está presente y si estamos atentos lo podemos descubrir. Los discípulos, que viven con Jesús, las multitudes que se reúnen, ven sus reacciones a los problemas más disparatados, ven cómo habla, cómo se comporta; ven en Él la acción del Espíritu Santo, la acción de Dios.

En Él anuncio y vida están entrelazados: Jesús actúa y enseña, siempre a partir de una relación íntima con Dios Padre. Este estilo se convierte en una indicación fundamental para nosotros los cristianos: nuestra forma de vivir en la fe y en la caridad se convierte en un hablar de Dios en el hoy, ya que muestra, con una existencia vivida en Cristo, la credibilidad y el realismo de lo que decimos con las palabras, porque no son solo palabras, sino que muestran la realidad, la verdadera realidad.

Y en esto hay que tener cuidado para saber leer los signos de los tiempos de nuestra época, es decir, identificar el potencial, los deseos, los obstáculos que se encuentran en la cultura contemporánea, en particular el deseo de autenticidad, el anhelo de trascendencia, la sensibilidad para salvaguardar la creación, y comunicar sin miedo la respuesta que ofrece la fe en Dios. El Año de la Fe es una oportunidad para descubrir, con la imaginación animada por el Espíritu Santo, nuevos caminos a nivel personal y comunitario, a fin de que en todas partes la fuerza el Evangelio sea la sabiduría de la vida y la orientación existencial.

También en nuestro tiempo, un lugar especial para hablar de Dios es la familia, la primera escuela para comunicar la fe a las nuevas generaciones. El Concilio Vaticano II habla de los padres como los primeros mensajeros de Dios (cf. Constitución dogmática Lumen gentium, 11;.. Decr Apostolicam actuositatem, 11), llamados a redescubrir su misión, asumiéndose la responsabilidad en la educación, en abrir la conciencia de los pequeños al amor de Dios como un servicio esencial para sus vidas, siendo los primeros catequistas y maestros de la fe para sus hijos.

Y en esta tarea es importante ante todo la vigilancia, que significa saber aprovechar las oportunidades favorables para introducir en la familia el discurso de la fe y para hacer madurar una reflexión crítica respecto a las muchas influencias a las que están sometidos los hijos. Esta atención de los padres es también sensibilidad en el reconocimiento de las posibles preguntas religiosas que se hacen mentalmente los niños, a veces, evidentes a veces ocultas. Después está la alegría: la comunicación de la fe siempre debe tener un tono de alegría. Es la alegría de la Pascua, que no calla u oculta la realidad del dolor, del sufrimiento, la fatiga, las dificultades, la incomprensión y la muerte misma, sino que puede ofrecer criterios para la interpretación de todo, desde la perspectiva de la esperanza cristiana.

La vida buena del Evangelio es esta nueva mirada, esta capacidad de ver con los mismos ojos de Dios cada situación. Es importante ayudar a todos los miembros de la familia a comprender que la fe no es una carga, sino una fuente de alegría profunda, es percibir la acción de Dios, reconocer la presencia del bien, que no hace ruido, y proporciona valiosas orientaciones para vivir bien la propia existencia.

Por último, la capacidad de escucha y de dialogo: la familia debe ser un ámbito donde se aprende a estar juntos, para conciliar los conflictos en el diálogo mutuo, que está hecho de escucha y de palabra, de entenderse y amarse, para ser signo, el uno para el otro, del amor misericordioso de Dios.

Hablar de Dios, por lo tanto, significa comprender con la palabra y con la vida que Dios no es un competidor de nuestra existencia, sino que es el verdadero garante, el garante de la grandeza de la persona humana.

Así volvemos al principio: hablar de Dios es comunicar, con fuerza y ??sencillez, con la palabra y la vida, lo que es esencial: el Dios de Jesucristo, el Dios que nos ha mostrado un amor tan grande, de encarnarse, morir y resucitar por nosotros; ese Dios que nos invita a seguirlo y dejarnos transformar por su amor inmenso para renovar nuestra vida y nuestras relaciones; el Dios que nos ha dado a la Iglesia, para caminar juntos y, a través de la Palabra y los Sacramentos, renovar la entera Ciudad de los hombres, para que pueda llegar a ser la Ciudad de Dios.

El Papa alienta numerosas iniciativas contra el SIDA


                                           


.- Ante la Jornada Mundial contra el SIDA que se celebra el próximo 1° de diciembre y al finalizar hoy su habitual catequesis semanal, el Papa Benedicto XVI llamó la atención sobre esta enfermedad que causa millones de muertes e incentivó las iniciativas que, en el ámbito de las misiones eclesiales se promueven para erradicar ese flagelo.

El Papa señaló que "el próximo 1° de diciembre se celebra la Jornada Mundial contra el SIDA, iniciativa de las Naciones Unidas para llamar la atención sobre una enfermedad que ha causado millones de muertes y trágicos sufrimientos humanos, acentuados en las regiones más pobres del mundo que, con mucha dificultad pueden acceder a los fármacos eficaces".

"En particular, mi pensamiento se dirige al gran número de niños que cada año contraen el virus de sus madres, no obstante que existen terapias para impedirlo. Aliento las numerosas iniciativas que, en el ámbito de las misiones eclesiales, son promovidas para erradicar este flagelo", expresó el Pontífice.

martes, 27 de noviembre de 2012

¿El Papa eliminó la mula y el buey del nacimiento?

                                              
Un artículo publicado por la periodista Carmen Villa Betancourt en el diario El Colombiano aclaró que el Papa Benedicto XVI no eliminó en su libro “La Infancia de Jesús” la presencia del burro y del buey de los nacimientos – o belenes –, como se divulgó recientemente, sino que esto respondió a una desinformación de los medios de comunicación.

“‘El Papa afirma que no había mula ni buey en el portal de Belén’, dice el diario El País de Madrid. ‘También dijo que la mula y el buey no van en el pesebre’, es el subtítulo de El Espectador. ‘Un pesebre sin burro ni buey, aseguró el Papa’, tituló este diario en su edición digital”, recordó la periodista.

Villa Betancourt recordó que el objetivo de un titular es “atraer al lector al tiempo que sintetizar la información”. Sin embargo, aunque los titulares usados por estos medios “cumplen con el objetivo de captar al lector, en lugar de sintetizar la información, la distorsionan maliciosamente”.

“Al leer los artículos vi que no decían que el Papa hubiera suprimido estos animalitos. ¿Por qué? Pues sencillamente porque esto es falso”, expresó.

La periodista indicó que sobre este tema, lo que dice el libro del Papa en su página 76 es: “El pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1,3: ‘el buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende’”.

“Cualquier creyente de a pie –indicó Villa Betancourt-, sabe que, así como la mula y el buey, hay otros elementos como la fecha de nacimiento de Jesús, el nombre de los reyes magos o tantos aspectos que son bonitos pero no esenciales para la fe y quizás por ello los evangelistas lo pasaron por alto. La mula y el buey hacen parte de la tradición cristiana. Tanto, que están presentes cada año en el pesebre de la plaza de San Pedro en el Vaticano”.

Sin embargo, “lo increíble es que muchos columnistas y blogueros hayan lanzado duras e ignorantes críticas contra el Papa por la supuesta supresión de los animales en Belén, como si se hubiese tratado de la proclamación de un nuevo dogma de fe. Me pregunto si ya leyeron el libro, o al menos los extractos del mismo que han salido en estos días en tantas páginas web”.

“Me temo que se quedaron en los titulares deficientes de los periódicos. Lamentable que estos comentarios distorsionen la noticia de la publicación de un nuevo libro que completa una magnífica trilogía y que puede prepararnos espiritual e intelectualmente, para vivir el misterio de la Navidad”, finalizó la periodista colombiana.

"Dogmáticos" del sexo acusan al Papa de ser dogmático, denuncia Arzobispo




El Arzobispo de La Plata (Argentina), Mons. Héctor Aguer reflexionó sobre un estudio del experto italiano no católico Roberto Volpi, quien en un reciente libro afirma que "es curioso que se acuse a la Iglesia y a Benedicto XVI de ser dogmáticos cuando los dogmáticos son los otros".

En su última reflexión televisiva semanal en el programa Claves para un Mundo Mejor, el Prelado abordó lo tratado en el libro del italiano que se titula "El Sexo Superado: El crepúsculo de la reproducción sexual en Occidente".

En el citado texto, el autor que se dedica a la demografía y la estadística, afirma que la catastrófica caída de la natalidad en Europa se debe a la banalización de la sexualidad, un camino equivocado, y que a este camino equivocado se le dio la consistencia de un dogma, de una creencia.

Al respecto, el Arzobispo dijo que "el punto de partida de su estudio registra este hecho: cómo ha caído y sigue cayendo la natalidad en los países de Europa, y en general en Occidente. Explica que el umbral de reposición de una generación es el nacimiento de 2,1 hijos por mujer. Es un promedio. En los países europeos la tasa va del 1,3 al 1,8 o sea que está lejos de reponer la generación, es decir que nazcan más chicos que gente que se muere".

"Esto implica una cantidad de problemas. Podemos decir que la población europea sigue aumentando en cuanto que hay inmigrantes que se suman, pero con todas las consecuencias de carácter cultural, social y religioso que se puede imaginar. No obstante esto, el problema preocupa mucho a los gobiernos europeos, desde hace tiempo, solo que no dan con la solución, o mejor dicho que emprenden soluciones equivocadas".

Esto, dijo Mons. Aguer, "es lo que enseña Roberto Volpi pero lo interesante es que identifica como una causa principal de esta caída abismal de la natalidad, en los últimos 50 años, al hecho de la destrucción de la familia, de la destrucción del matrimonio, concretamente el divorcio".

"Es decir, las consecuencias del divorcio tomado como un remedio y generalizado. Otra causa es la revolución sexual. Es decir, la sexualidad desglosada completamente de la procreación, de la comunicación de la vida. La sexualidad, dice este autor, ha adquirido una valencia terapéutica universal. Es una actividad que se emprende para sentirse bien, para pasarla bien. De allí su banalización".

El Arzobispo comentó que "hay constataciones de este libro que me sorprendieron enormemente", como por ejemplo el hecho constatado de que "hoy una mujer tiene menos relaciones sexuales con un varón que cuando el matrimonio vivía su época dorada, se refiere al ‘matrimonio a la italiana’ tal como aparecía reflejado en el cine de los años 50 y 60".

"¿Cómo se explica esto? Porque hoy la mujer tiene más libertad, ciertamente, pero carece de la regularidad de la vida conyugal que era propia del matrimonio y que se reflejaba en el nacimiento de los hijos. Hoy día el bebé es un riesgo a evitar".

En su libro, Volpi afirma que "los datos nos demuestran, en escala prácticamente planetaria, que existe una fuerte correlación directa entre el uso del preservativo, y más en general de los anticonceptivos, y la tasa de natalidad y de abortos en edades adolescentes. Cuanto más crece el uso del preservativo más crecen aquellas tasas que, no por casualidad, alcanzan valores máximos en países como los de Escandinavia e Inglaterra y, en general, en la franja noroccidental de Europa, notoriamente la más avanzada tanto por los programas de educación sexual previstos desde la más tierna edad cuanto por la difusión de los medios anticonceptivos en general".

"Afirma Volpi que no se trata de teorías sino de hechos reales constatados estadísticamente y añade: "No hay eficacia alguna verdaderamente demostrable del preservativo contra la transmisión de enfermedades de origen sexual y contra los nacimientos y los abortos en la edad adolescente", dijo Mons. Aguer.

Monseñor Aguer precisó que sobre la base de datos precisos el autor "expone también la razón de este hecho. Es que se ha encarado el sexo como una valencia terapéutica, y el propósito de evitar el bebé y la enfermedad a toda costa, pero en términos puramente biológicos, como si la sexualidad fuera nada más que una realidad biológica, cuando se trata de una realidad profundamente humana, que tiene dimensiones sentimentales, afectivas, racionales, libres, culturales, sociales".

"El libro da para pensar, no solo por el problema de la natalidad sino, en general, por lo que significan programas de educación sexual engañosos, como los que se están aplicando en la Argentina. Contenidos de educación sexual en los colegios que, como enseña este estudioso, están reducidos a la problemática biológica de la sexualidad y no encaran el fenómeno humano, delicadísimo, bello, profundo, que el sentido común de antaño, la razón natural bien fundada en datos científicos y la Iglesia, siempre han defendido".

El Arzobispo dijo finalmente que "pero resulta que aquí no se trata de religión sino de ciencia. Esto lo muestra la ciencia. La ciencia muestra que las pretendidas soluciones no son tales".

domingo, 25 de noviembre de 2012

Benedicto XVI: Que Jesucristo ilumine y fortalezca a Cardenal Rubén Salazar

Al concluir el rezo del Ángelus, en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI expresó su saludo a los peregrinos colombianos que llegaron al Vaticano acompañando al Arzobispo de Bogotá, el recién creado Cardenal Rubén Salazar, y les exhortó a pedir a “Jesucristo, Rey del Universo, que ilumine y fortalezca con su gracia al nuevo Purpurado”.

“Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los fieles de las parroquias de Granada, Málaga, Torremolinos y Baza, así como a los Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos de Colombia, que han venido acompañando al Arzobispo de Bogotá, que ha sido agregado al Colegio cardenalicio”, expresó.

El Papa también pidió la intercesión “de la Virgen María, Madre de la Iglesia, y de la nueva beata Maria Troncatti, que ayer en Ecuador fue elevada a la gloria de los altares” para el Cardenal colombiano.

El Santo Padre también exhortó a pedirle al Señor “que a todos nosotros nos aumente la fe y nos conceda perseverar en su amor hasta el final de nuestra vida. Que Dios os bendiga”.

El Papa: Verdadero discípulo de Jesús no busca el poder, sino la verdad y el amor

Al presidir esta mañana la Santa Misa en la solemnidad de Cristo Rey del Universo desde la Basílica de San Pedro del Vaticano, el Papa Benedicto XVI explicó que Jesús, en su segunda venida, nos hizo partícipes de su realeza y que ser sus discípulos “significa no dejarse cautivar por la lógica mundana del poder, sino llevar al mundo la luz de la verdad y el amor de Dios”.

Durante la homilía, el Santo Padre explicó que en este último domingo del año litúrgico la Iglesia nos invita a celebrar al Señor Jesús como Rey del universo, y “nos llama a dirigir la mirada al futuro, hacia la última meta de la historia, que será el reino definitivo y eterno de Cristo”.

El Papa recordó hoy el cautiverio de Jesús, cuando "Pilato se quede sorprendido delante de un hombre indefenso, frágil y humillado que es, hablando de un reino de servidores. Le hace una pregunta que le parecería una paradoja: ‘Entonces, ¿tú eres rey?’. ¿Qué clase de rey puede ser un hombre que está en esas condiciones?’".

"Jesús responde de manera afirmativa: 'Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz'”.

En esta línea señaló que el poder del verdadero Mesías “no tiene ocaso y no será nunca destruido, no es el de los reinos de la tierra que surgen y caen, sino el de la verdad y el amor. Así comprendemos que la realeza anunciada por Jesús de palabra y revelada de modo claro y explícito ante el Procurador romano, es la realeza de la verdad, la única que da a todas las cosas su luz y su grandeza”.

De manera que la conversión a la gracia divina “es la condición para la instauración de este reino. Se trata de una invitación apremiante que se dirige a todos y cada uno de nosotros: convertirse continuamente en nuestra vida al reino de Dios, al señorío de Dios, de la verdad”, expresó.

Benedicto XVI explicó con este punto que Jesús habla de rey, de reino, pero no se refiere al dominio, sino a la verdad: “Jesús ha venido para revelar y traer una nueva realeza, la de Dios; ha venido para dar testimonio de la verdad de un Dios que es amor y que quiere establecer un reino de justicia, de amor y de paz”.

“Quien está abierto al amor, escucha este testimonio y lo acepta con fe, para entrar en el reino de Dios”, dijo.

Jesús “no tiene ninguna ambición política, sabe que el reino de Dios es de otro tipo, no se basa en las armas y la violencia”, y en esta perspectiva, “no quiere que se le defienda con las armas, sino que quiere cumplir la voluntad del Padre hasta el final y establecer su reino, no con las armas y la violencia, sino con la aparente debilidad del amor que da la vida”.

“El reino de Dios es un reino completamente distinto a los de la tierra”, subrayó.

Finalmente, el Papa se dirigió a los Cardenales, de modo especial a los seis que fueron creados ayer, con quienes concelebró la Eucaristía.

“A vosotros se os ha confiado esta ardua responsabilidad: dar testimonio del reino de Dios, de la verdad. Esto significa resaltar siempre la prioridad de Dios y su voluntad frente a los intereses del mundo y sus potencias”.

“Sed imitadores de Jesús, el cual, ante Pilato, en la situación humillante descrita en el Evangelio, manifestó su gloria: la de amar hasta el extremo, dando la propia vida por las personas que amaba. Ésta es la revelación del reino de Jesús. Y por esto, con un solo corazón y una misma alma, rezamos: ‘Adveniat regnum tuum’, 'Venga tu reino'”, concluyó.

Benedicto XVI: Debemos prolongar la obra salvadora de Dios

Al presidir este mediodía el rezo del Ángelus en la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, desde la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa Benedicto XVI recordó que todos estamos llamados de una manera u otra, a prolongar la obra de salvación de Dios, poniéndonos con decisión al servicio del Señor.

“Todos nosotros estamos llamados a prolongar la obra salvífica de Dios convirtiéndonos al Evangelio, poniéndonos con decisión al servicio de aquel Rey que no ha venido para ser servido sino para servir y dar testimonio de la verdad”, exclamó.

A continuación el Santo Padre explicó que solemnidad de Jesucristo Rey del Universo se coloca al término del año litúrgico y resume el misterio de Jesús “’primogénito de los muertos y dominador de todos los poderosos de la tierra’, ensanchando nuestra mirada hacia la plena realización del Reino de Dios, cuando Dios será todo en todos”.

“Nosotros anunciamos no sólo la primera venida de Cristo, sino también una segunda mucho más bella de la primera. La primera, en efecto, fue una manifestación de padecimiento, la segunda trae la diadema de la realeza divina; en la primera fue sometido a la humillación de la cruz, en la segunda está rodeado y glorificado por una multitud de ángeles “, dijo recordando las palabras de San Cirilo de Jerusalén.

El Papa indicó que toda la misión de Jesús y el contenido de su mensaje consisten en anunciar el Reino de Dios y practicarlo en medio de los hombres con signos y prodigios.

“Pero -tal y como recuerda el Concilio Vaticano II-, el Reino se manifiesta ante todo en la misma persona de Cristo, que lo ha instaurado mediante su muerte en la cruz y su resurrección, con la que se ha manifestado cual Señor y Mesías y Sacerdote eterno”, recordó.

El Papa explicó que este Reino de Cristo ha sido encomendado a la Iglesia que es su "semilla" y "comienzo" y tiene el deber de anunciarlo y difundirlo entre todas las gentes, con la fuerza del Espíritu Santo, y al final del tiempo establecido “el Señor entregará a Dios Padre el Reino y le presentará a todos los que han vivido según el mandamiento del amor”.

El Santo Padre invito además a orar por los seis nuevos Cardenales que creó ayer, a fin de que el Espíritu Santo los refuerce en la fe y en la caridad y los colme con sus dones, y de modo que vivan su nueva responsabilidad como una entrega ulterior a Cristo y a su Reino.

Estos nuevos miembros del Colegio Cardenalicio “representan bien la dimensión universal de la Iglesia, “invoquemos la protección de María Santísima sobre cada uno de ellos y sobre los fieles encomendadnos a su servicio”, dijo.

“Que la Virgen nos ayude a todos a vivir el tiempo presente en espera del regreso del Señor, pidiendo con fuerza a Dios: ‘Venga tu Reino’, y cumpliendo esas obras de luz que nos acerca cada vez más al Cielo, conscientes de que en las atormentadas vicisitudes de la historia, Dios sigue construyendo su Reino de amor”, concluyó.

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


domingo 25 Noviembre 2012

Solemnidad de Cristo Rey del Universo
Fiesta de la Iglesia : Solemnidad Cristo Rey
Santo(s) del día : Santa Catalina de Alejandría


Evangelio según San Juan 18,33b-37.

Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?". 
Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?". 
Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?". 
Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". 
Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz". 

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. 
Leer el comentario del Evangelio por : Santa Teresa de Jesús (1515-1582), fundadora del Carmelo Descalzo, mística, doctora de la Iglesia 
Camino de Perfección, cap. 22 

"Mi reino no es de este mundo”

Rey sois, Dios mío, sin fin, que no es reino prestado el que tenéis. Cuando en el Credo se dice: “Vuestro reino no tiene fin”, casi siempre me es particular regalo. Aláboos, Señor, y bendígoos para siempre; en fin, vuestro reino durará para siempre. Pues nunca Vos, Señor, permitáis se tenga por bueno que quien fuere a hablar con Vos, sea sólo con la boca... Sí, que no hemos de llegar a hablar a un príncipe con el descuido que a un labrador, o como con una pobre como nosotras, que como quiera que nos hablaren va bien.

Razón es que, ya que por la humildad de este Rey, si como grosera no sé hablar con él, no por eso me deja de oír, ni me deja de llegar a sí, ni me echan fuera sus guardas; porque saben bien los ángeles que están allí la condición de su rey, que gusta más de esta grosería de un pastorcito humilde, que ve que si más supiera más dijera, que de los muy sabios y letrados, por elegantes razonamientos que hagan, si no van con humildad.

Así que, no porque El sea bueno, hemos de ser nosotros descomedidos. Siquiera para agradecerle el mal olor que sufre en consentir cabe sí una como yo, es bien que procuremos conocer su limpieza y quién es. Es verdad que se entiende luego en llegando, como con los señores de acá, que con que nos digan quién fue su padre y los cuentos que tiene de renta y el dictado, no hay más que saber...Sí, llegaos a pensar y entender, en llegando, con quién vais a hablar o con quién estáis hablando. En mil vidas de las nuestras no acabaremos de entender cómo merece ser tratado este Señor, que los ángeles tiemblan delante de él. Todo lo manda, todo lo puede, su querer es obrar. Pues razón será, hijas, que procuremos deleitarnos en estas grandezas que tiene nuestro esposo y que entendamos con quién estamos casadas, qué vida hemos de tener. 

miércoles, 21 de noviembre de 2012

El Papa: Fuego de Cristo da luz y calor a la Iglesia que navega en medio de tempestades




El Papa Benedicto XVI dijo que el fuego de Cristo, que hoy vive, no es un fuego destructor, sino uno que da luz y calor, que transforma a la Iglesia que navega "en medio de tempestades que la acechan".

Así lo señaló el Santo Padre desde el balcón de su estudio dirigiéndose a los numerosos participantes de la procesión de antorchas organizada por la Acción Católica Italiana (ACI), en colaboración con la diócesis de Roma, con motivo de la apertura del Año de la Fe y del 50 aniversario del inicio delConcilio Vaticano II.

"Buenas noches a todos y gracias por haber venido. Hace cincuenta años, este mismo día, yo también estaba en esta plaza, mirando a esta ventana a la que se asomó el Papa bueno, el Beato Juan XXIII, que pronunció palabras inolvidables, palabras llenas de poesía, de bondad, palabras que salían del corazón", saludó el Santo Padre.

Benedicto XVI recordó luego que "éramos felices y estábamos llenos de entusiasmo. El gran Concilio ecuménico se había inaugurado; estábamos seguros de que llegaba una primavera para la Iglesia, una nueva Pentecostés, con una presencia nueva y fuerte de la gracia liberadora del Evangelio".

"Hoy también somos felices, tenemos la alegría en nuestro corazón, pero podríamos decir que es una alegría, quizás, más sobria, una alegría humilde. En estos cincuenta años hemos aprendido y experimentado que el pecado original existe y se traduce, siempre de nuevo, en pecados personales, que pueden transformarse en estructuras del pecado".

El Papa reconoció luego que "hemos visto que en el campo del Señor también hay siempre cizaña. Hemos visto que en la red de Pedro también hay peces podridos".

"Hemos visto que la fragilidad humana también está presente en la Iglesia, que la barca de la Iglesia también navega con viento contrario, en medio de tempestades que la acechan y, a veces, hemos pensado: ‘el Señor duerme y se ha olvidado de nosotros’".

"Esta es una parte de las experiencias de estos cincuenta años, pero también hemos tenido una experiencia nueva de la presencia del Señor, de su bondad, de su fuerza. El fuego del Espíritu Santo, el fuego de Cristo no es un fuego devorador o destructor; es un fuego silencioso, es una pequeña llama de bondad y verdad que transforma, que da luz y calor".

El Santo Padre expresó también que "el Señor no nos olvida. Hoy también, a su manera, humildemente, el Señor está presente y calienta los corazones, muestra vida, crea carismas de bondad y de caridad que iluminan al mundo y son para nosotros garantía de la bondad de Dios".

"Sí, Cristo vive, está con nosotros también hoy, y podemos ser felices también ahora porque su bondad no se apaga ¡Hoy también es fuerte!".

"Al final, me atrevo a hacer mías las palabras inolvidables del papa Juan: ‘Id a vuestras casas, dad un beso a los niños y decidles que es un beso del Papa’", concluyó.

El Papa prepara nueva encíclica para el Año de la Fe




El Papa Benedicto XVI prepara una nueva encíclica con motivo del Año de la Fe, así lo afirmó el Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, Mons. Gerhard Ludwig Müller.

Desde el Aula Pio X del Vaticano el 20 de noviembre y luego de asistir a la presentación del nuevo libro del Papa, "La infancia de Jesús", la autoridad vaticana explicó que Benedicto XVI no publicará más libros sobre la vida de Jesucristo, pero sí creará nuevos escritos dedicados a la fe.

"Ahora esperamos la encíclica sobre la fe. Se publicará en este el Año de la Fe", explicó Mons. Müller, quien dirige el dicasterio que lideró Benedicto XVI por más de 20 años cuando era el Cardenal Joseph Ratzinger.

El Año de la Fe, proclamado por el Papa Benedicto XVI, comenzó el pasado 11 de octubre de 2012, en el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II y concluirá el 24 de noviembre de 2013, en la Solemnidad de Cristo Rey del Universo.

Al anunciar el Año de la Fe, el Papa dijo que este tiempo busca "dar un renovado impulso a la misión de toda la Iglesia, para conducir a los hombres lejos del desierto en el cual muy a menudo se encuentran en sus vidas a la amistad con Cristo que nos da su vida plenamente".

Según explicó Mons. Müller, habrá que esperar a 2013 para poder leer la nueva encíclica del Santo Padre.

Benedicto XVI clama por la paz ante conflicto en Gaza (actualizado)


El Papa Benedicto XVI llamó a israelíes y palestinos a buscar una solución que lleve a la paz y la reconciliación ante el conflicto que desde hace varios días aqueja la Franja de Gaza, donde 145 personas han muerto, entre ellas 31 niños, y otras 700 han resultado heridas.

En la audiencia general de este miércoles en el Vaticano, el Santo Padre alentó "a las autoridades de ambas partes a adoptar decisiones competentes a favor de la paz y poner fin a este conflicto, con repercusiones negativas en toda la región medio-oriental, atormentada por demasiados choques y necesitada de paz y reconciliación".

El ministro de Relaciones Exteriores de Egipto, Mohamed Kamel Amr, anunció hoy en El Cairo un acuerdo entre israelíes y palestinos para comenzar un alto el fuego desde las 21.00 hora local (19.00 GMT) de hoy miércoles.

"Egipto abrió contactos con todas las facciones palestinas, con Israel y con Estados Unidos, y esos esfuerzos llegaron a un acuerdo para el alto el fuego y la vuelta a la tranquilidad. La tregua comenzará a las 21.00 hora local", dijo Amr en una rueda de prensa junto a la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton.

Durante la semana, no cesaron los ataques aéreos israelíes sobre Gaza en el llamado "Pilar Defensivo" y los cohetes del ejército de Hamas sobre territorio israelí.

Hasta el momento, 5 israelíes han perdido la vida durante el conflicto. El resto de fallecidos son palestinos de la Franja de Gaza. Un cristiano ortodoxo también murió a causa de los bombardeos.

Esta mañana en Tel Aviv (Israel), 23 personas resultaron heridas después de que un autobús explotara. Según el diario Jerusalem Post, el portavoz del premier israelí confirmó que se trata de un atentado terrorista del grupo armado de Al Fatá, el Movimiento Nacional de Liberación de Palestina.

El atentado se produjo en una de las calles más céntricas de la ciudad. El autobús quedó totalmente calcinado y los heridos fueron trasladados a un hospital cercano. Uno de ellos está muy grave.

Mientras tanto, según informó la agencia Reuters, el portavoz del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), Sami Abu Zuhri, "bendijo el ataque".

"Las facciones palestinas van a recurrir a todas las vías para proteger a nuestros civiles palestinos, a falta de una iniciativa internacional para poner fin a la agresión israelí", dijo Zuhri.

Los enfrentamientos han hecho que la Secretaria de Estado de Estados Unidos, Hilary Clinton, viaje a Israel para entrevistarse con el Primer Ministro del país, Benjamín Netanyahu, y hoy se reunió con el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Abu Mazen, en Ramallah (Cisjordania).

Antes de volver a Estados Unidos, está previsto que Clinton visite El Cairo, para entrevistarse con Presidente del Egipto, Mohamed Morsi, quien se ha convertido en el principal mediador de las negociaciones en el conflicto.

Uno de los hechos que ha agravado aún más el conflicto ha sido el ataque de Israel hoy a alrededor de un centenar de objetivos en Gaza, incluidos el Ministerio de Seguridad Interna de Hamás y un edificio que acoge oficinas de medios de comunicación internacionales.

En su clamor de hoy por un pronto cese al fuego en la región, el PapaBenedicto XVI aseguró sus oraciones por las víctimas y por quienes sufren a causa del conflicto, y afirmó una vez más, que "el odio y la violencia no son la solución de los problemas".

"Sigo con profunda preocupación la Franja de Gaza ante el aumento de la violencia entre israelíes y palestinos", y "animo las iniciativas y los esfuerzos de cuantos están tratando de obtener una tregua y de promover la negociación", dijo el Santo Padre.

TEXTO COMPLETO: Catequesis del Papa sobre lo razonable de creer




Queridos hermanos y hermanas:

Avanzamos en este Año de la fe, llevando en nuestros corazones la esperanza de redescubrir cuánta alegría hay en creer y encontrar el entusiasmo de comunicar a todos las verdades de la fe. Estas verdades no son un simple mensaje de Dios, una particular información sobre Él. Sino que expresan el acontecimiento del encuentro de Dios con los hombres, encuentro salvífico y liberador, que realiza que las aspiraciones más profundas del hombre, sus anhelos de paz, de fraternidad y de amor.

La fe lleva a descubrir que el encuentro con Dios valoriza, perfecciona y eleva lo que es verdadero, bueno y bello en el hombre. De este modo, se da la circunstancia de que, mientras Dios se revela y se deja conocer, el hombre llega a saber quién es Dios y, conociéndolo, se descubre a sí mismo, su origen y su destino, así como la grandeza y la dignidad de la vida humana.

La fe permite un conocimiento auténtico sobre Dios, que implica a toda la persona humana: se trata de un "saber", un conocimiento que le da sabor a la vida, un nuevo sabor a la existencia, una forma alegre de estar en el mundo. La fe se expresa en el don de sí mismo a los demás, en la fraternidad que nos hace solidarios, capaces de amar, derrotando la soledad que nos hace tristes.

Este conocimiento de Dios mediante la fe, por lo tanto, no es sólo intelectual, sino vital. Es el conocimiento de Dios-Amor, gracias a su mismo amor. Además, el amor de Dios hace ver, abre los ojos, permite conocer toda la realidad, más allá de las estrechas perspectivas del individualismo y del subjetivismo, que desorientan las conciencias. El conocimiento de Dios es, por tanto, la experiencia de la fe, e implica, al mismo tiempo, un camino intelectual y moral: marcados en lo profundo por la presencia del Espíritu de Jesús en nosotros, podemos superar los horizontes de nuestros egoísmos y nos abrimos a los verdaderos valores de la vida.

Hoy, en esta catequesis, quisiera detenerme sobre lo razonable de la fe en Dios. La tradición católica ha rechazado desde el principio el denominado fideísmo, que es la voluntad de creer en contra de la razón. Credo quia absurdum (creo porque es absurdo) es la fórmula que interpreta la fe católica. De hecho, Dios no es absurdo, en todo caso es misterio. El misterio, a su vez, no es irracional, sino sobreabundancia de sentido, de significado y de verdad.

Si contemplando el misterio, la razón ve oscuro, no es porque en el misterio no haya luz, sino más bien porque hay demasiada luz. Al igual que cuando los ojos del hombre se dirigen a mirar directamente al sol y sólo ven tinieblas ¿quién podría decir que el sol no es brillante? Aún más, es la fuente de la luz. La fe le permite ver el "sol" de Dios, porque es acogida de su revelación en la historia y, por así decirlo, recibe verdaderamente toda la luminosidad del misterio de Dios, reconociendo el gran milagro: Dios se ha acercado al hombre y se ha ofrecido a su conocimiento, condescendiendo al límite de la criatura de la razón humana (cf. CONC. CE. IVA. II, Constitución Dogmática. Dei Verbum, 13).

Al mismo tiempo, Dios, con su gracia, ilumina la razón, le abre nuevos horizontes, inconmensurables e infinitos. Por este motivo, la fe es un fuerte incentivo para buscar siempre, sin parar nunca y sin desfallecer, el descubrimiento de la verdad y la realidad inagotable. Es falso el prejuicio de algunos pensadores modernos, que aseveran que la razón humana quedaría como bloqueada por los dogmas de la fe. En realidad, es todo lo contrario, como han demostrado los grandes maestros de la tradición católica.

San Agustín, antes de su conversión, busca con tanta inquietud la verdad, a través de todas las filosofías disponibles y las encuentra todas insatisfactorias. Su fatigosa búsqueda racional es para él una pedagogía significativa para el encuentro con la Verdad de Cristo. Cuando dice, "comprende para creer y cree para comprender" (Discurso 43, 9: PL 38, 258), es como si estuviera contando su propia experiencia de vida.

Ante la revelación divina, el intelecto y la fe no son extraños o antagonistas, sino que ambas son condiciones para comprender su sentido, para recibir su mensaje auténtico, acercándose al umbral del misterio. San Agustín, junto con muchos otros autores cristianos, es testigo de una fe que se ejerce con la razón, que piensa e invita a pensar.

Sobre esta huella, san Anselmo en su Proslogion dice que la fe católica esfides quaerens intellectum, donde la búsqueda de la inteligencia es un acto interior al creer. Será especialmente Santo Tomás de Aquino –afianzado en esta sólida tradición de lo razonable de la fe– el que se confronta con la razón de los filósofos, mostrando cuánta vitalidad racional nueva y fecunda enriquece el pensamiento humano cuando se insertan los principios y las verdades de la fe cristiana.

La fe católica es, pues, razonable y nutre también confianza en la razón humana. El Concilio Vaticano II en la Constitución dogmática Dei Filius, afirma que la razón es capaz de conocer con certeza la existencia de Dios por medio del camino de la creación, mientras que sólo pertenece a la fe la posibilidad de conocer "fácilmente, con absoluta certeza y sin error "(DS 3005) la verdad acerca de Dios, a la luz de la gracia. El conocimiento de la fe, además, no va en contra de la recta razón.

El beato Papa Juan Pablo II, de hecho, en la encíclica Fides et ratio, sintetiza así: "La razón humana no queda anulada ni se envilece dando su asentimiento a los contenidos de la fe; éstos en todo caso se alcanzan mediante libre y consciente elección "(n. 43). En el irresistible deseo por la verdad, sólo una relación armoniosa entre la fe y la razón es el camino que conduce a Dios y a la plenitud de sí mismo.

Esta doctrina es fácilmente reconocible en todo el Nuevo Testamento. San Pablo, escribiendo a los cristianos de Corinto sostiene: "Mientras los Judíos piden señales y los Griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los Judíos, necedad para los gentiles" (1 Cor 1:22-23).

De hecho, Dios ha salvado al mundo no por un acto de fuerza, sino a través de la humillación de su Hijo único: de acuerdo a los parámetros humanos, el modo inusual dado por Dios contrasta con las exigencias de la sabiduría griega. Y sin embargo, la cruz de Cristo es una razón, que San Pablo llama: ho logos tou staurou, "la palabra de la cruz" (1 Corintios 1:18). Aquí, el término lògos significa tanto razón como palabra y, si alude a la palabra, es porque expresa verbalmente lo que elabora la razón.

Por lo tanto, Pablo ve en la Cruz no un evento irracional, sino un hecho de salvación que tiene su propia racionalidad reconocible a la luz de la fe. Al mismo tiempo, tiene tal confianza en la razón humana, hasta el punto de asombrarse por el hecho de que muchos, incluso viendo la obras realizadas por Dios, se obstinan en no creer en Él: "En efecto –escribe en su carta a los Romanos– las perfecciones invisibles [de Dios], es decir, su eterno poder y divinidad, vienen contemplados y comprendidos por la creación del mundo a través de las obras realizadas por Él "(1,20).

También San Pedro exhorta a los cristianos de la diáspora a adorar "al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a responder a todo el que os pida la razón de la esperanza que hay en vosotros" (1 Pedro 3:15). En un clima de persecución y de fuerte necesidad de dar testimonio de la fe, a los creyentes se les pide que justifiquen con motivaciones fundadas su adhesión a la palabra del Evangelio, de dar la razón de nuestra esperanza.

Sobre esta base, acerca del nexo fecundo entre entender y creer, se funda también la relación virtuosa entre ciencia y fe. La investigación científica conduce al conocimiento de verdades siempre nuevas sobre el hombre y el cosmos. El verdadero bien de la humanidad, accesible en la fe, abre el horizonte en el que se debe mover su camino de descubrimiento.

Por lo tanto, deben fomentarse, por ejemplo, las investigaciones puestas al servicio de la vida y que tienen como objetivo erradicar las enfermedades. También son importantes las investigaciones para descubrir los secretos de nuestro planeta y del universo, a sabiendas de que el hombre está en la cima de la creación, no para explotarla de manera insensata, sino para custodiarla y hacerla habitable.

Así, la fe, vivida realmente, no está en conflicto con la ciencia, más bien coopera con ella, ofreciendo criterios básicos que promuevan el bien de todos, pidiéndole que renuncie sólo a los intentos que –oponiéndose al plan original de Dios– pueden producir efectos que se vuelvan contra el mismo hombre. También por ello es razonable creer: si la ciencia es un aliado valioso de la fe para la comprensión del plan de Dios en el universo, la fe permite al progreso científico realizarse siempre por el bien y la verdad del hombre, fiel a este mismo diseño.

Por eso es crucial para el hombre abrirse a la fe y conocer a Dios y su proyecto de salvación en Jesucristo. En el Evangelio, se inaugura un nuevo humanismo, una verdadera "gramática" del hombre y de toda la realidad. ElCatecismo de la Iglesia Católica afirma: "La verdad de Dios es su sabiduría que sostiene el orden de la creación y el gobierno del mundo. Dios, que "hizo Él solo, el cielo y la tierra" (Sal 115,15), puede dar, Él sólo, el verdadero conocimiento de todo lo creado en la relación con Él "(n. 216).

Confiemos que nuestro compromiso en la evangelización ayude a dar nueva centralidad al Evangelio en la vida de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo. Oremos para que todos vuelvan a encontrar en Cristo el sentido de la vida y el fundamento de la verdadera libertad: sin Dios, de hecho, el hombre se pierde. Los testimonios de los que nos han precedido y han dedicado su vida al Evangelio, lo confirma para siempre.

Es razonable creer, está en juego nuestra existencia. Vale la pena darse por Cristo, sólo Cristo satisface los deseos de verdad y de bien arraigados en el alma de cada hombre: ahora, en el tiempo que pasa, y en el día sin fin de la bendita eternidad.

Benedicto XVI: Es razonable creer en Dios que da sabor y sentido a la vida




El Papa Benedicto XVI dedicó su catequesis de esta mañana a explicar que es razonable creer en Dios, porque "está en juego nuestra existencia" y porque sólo Él es capaz de darle sentido, sabor y alegría a la vida.

Ante miles de fieles reunidos en el Aula Pablo VI, el Santo Padre resaltó que "la fe lleva a descubrir que el encuentro con Dios valoriza, perfecciona y eleva lo que es verdadero, bueno y bello en el hombre. De este modo, se da la circunstancia de que, mientras Dios se revela y se deja conocer, el hombre llega a saber quién es Dios y, conociéndolo, se descubre a sí mismo, su origen y su destino, así como la grandeza y la dignidad de la vida humana".

"La fe permite un conocimiento auténtico sobre Dios, que implica a toda la persona humana: se trata de un ‘saber’, un conocimiento que le da sabor a la vida, un nuevo sabor a la existencia, una forma alegre de estar en el mundo".

La fe, refirió el Papa, permite abrir los ojos para "conocer toda la realidad, más allá de las estrechas perspectivas del individualismo y del subjetivismo, que desorientan las conciencias".

"El conocimiento de Dios es, por tanto, la experiencia de la fe, e implica, al mismo tiempo, un camino intelectual y moral: marcados en lo profundo por la presencia del Espíritu de Jesús en nosotros, podemos superar los horizontes de nuestros egoísmos y nos abrimos a los verdaderos valores de la vida".

Benedicto XVI resaltó luego que "la tradición católica ha rechazado desde el principio el denominado fideísmo, que es la voluntad de creer en contra de la razón. Credo quia absurdum (creo porque es absurdo) es la fórmula que interpreta la fe católica. De hecho, Dios no es absurdo, en todo caso es misterio. El misterio, a su vez, no es irracional, sino sobreabundancia de sentido, de significado y de verdad. Si contemplando el misterio, la razón ve oscuro, no es porque en el misterio no haya luz, sino más bien porque hay demasiada luz".

"Al igual que cuando los ojos del hombre se dirigen a mirar directamente al sol y sólo ven tinieblas ¿quién podría decir que el sol no es brillante? Aún más, es la fuente de la luz. La fe le permite ver el ‘sol’ de Dios, porque es acogida de su revelación en la historia y, por así decirlo, recibe verdaderamente toda la luminosidad del misterio de Dios, reconociendo el gran milagro: Dios se ha acercado al hombre y se ha ofrecido a su conocimiento, condescendiendo al límite de la criatura de la razón humana".

El Papa afirma luego que "es falso el prejuicio de algunos pensadores modernos, que aseveran que la razón humana quedaría como bloqueada por los dogmas de la fe. En realidad, es todo lo contrario, como han demostrado los grandes maestros de la tradición católica".

"San Agustín, antes de su conversión, busca con tanta inquietud la verdad, a través de todas las filosofías disponibles y las encuentra todas insatisfactorias. Su fatigosa búsqueda racional es para él una pedagogía significativa para el encuentro con la Verdad de Cristo".

"Cuando dice, ‘comprende para creer y cree para comprender’, es como si estuviera contando su propia experiencia de vida. Ante la revelación divina, el intelecto y la fe no son extraños o antagonistas, sino que ambas son condiciones para comprender su sentido, para recibir su mensaje auténtico, acercándose al umbral del misterio".

Benedicto XVI habló también sobre el nexo entre ciencia y fe: "la investigación científica conduce al conocimiento de verdades siempre nuevas sobre el hombre y el cosmos. El verdadero bien de la humanidad, accesible en la fe, abre el horizonte en el que se debe mover su camino de descubrimiento".

Por ello, resaltó el Pontífice, "debe fomentarse, por ejemplo, las investigaciones puestas al servicio de la vida y que tienen como objetivo erradicar las enfermedades. También son importantes las investigaciones para descubrir los secretos de nuestro planeta y del universo, a sabiendas de que el hombre está en la cima de la creación, no para explotarla de manera insensata, sino para custodiarla y hacerla habitable".

"Así, la fe, vivida realmente, no está en conflicto con la ciencia, más bien coopera con ella, ofreciendo criterios básicos que promuevan el bien de todos, pidiéndole que renuncie sólo a los intentos que -oponiéndose al plan original de Dios- pueden producir efectos que se vuelvan contra el mismo hombre. También por ello es razonable creer: si la ciencia es un aliado valioso de la fe para la comprensión del plan de Dios en el universo, la fe permite al progreso científico realizarse siempre por el bien y la verdad del hombre, fiel a este mismo diseño".

Para concluir, el Papa dijo que "es razonable creer, está en juego nuestra existencia. Vale la pena darse por Cristo, sólo Cristo satisface los deseos de verdad y de bien arraigados en el alma de cada hombre: ahora, en el tiempo que pasa, y en el día sin fin de la bendita eternidad".

viernes, 16 de noviembre de 2012

TEXTO COMPLETO: Mensaje del Papa por la Jornada Mundial de la Juventud Río 2013




Id y haced discípulos a todos los pueblos (cf. Mt 28,19)

Queridos jóvenes:

Quiero haceros llegar a todos un saludo lleno de alegría y afecto. Estoy seguro de que la mayoría de vosotros habéis regresado de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid «arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2,7). En este año hemos celebrado en las diferentes diócesis la alegría de ser cristianos, inspirados por el tema: «Alegraos siempre en el Señor» (Flp 4,4). Y ahora nos estamos preparando para la próxima Jornada Mundial, que se celebrará en Río de Janeiro, en Brasil, en el mes de julio de 2013.

Quisiera renovaros ante todo mi invitación a que participéis en esta importante cita. La célebre estatua del Cristo Redentor, que domina aquella hermosa ciudad brasileña, será su símbolo elocuente. Sus brazos abiertos son el signo de la acogida que el Señor regala a cuantos acuden a él, y su corazón representa el inmenso amor que tiene por cada uno de vosotros. ¡Dejaos atraer por él! ¡Vivid esta experiencia del encuentro con Cristo, junto a tantos otros jóvenes que se reunirán en Río para el próximo encuentro mundial! Dejaos amar por él y seréis los testigos que el mundo tanto necesita.

Os invito a que os preparéis a la Jornada Mundial de Río de Janeiro meditando desde ahora sobre el tema del encuentro: Id y haced discípulos a todos los pueblos (cf. Mt 28,19). Se trata de la gran exhortación misionera que Cristo dejó a toda la Iglesia y que sigue siendo actual también hoy, dos mil años después. Esta llamada misionera tiene que resonar ahora con fuerza en vuestros corazones. El año de preparación para el encuentro de Río coincide con el Año de la Fe, al comienzo del cual el Sínodo de los Obispos ha dedicado sus trabajos a «La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana». Por ello, queridos jóvenes, me alegro que también vosotros os impliquéis en este impulso misionero de toda la Iglesia: dar a conocer a Cristo, que es el don más precioso que podéis dar a los demás.

1. Una llamada apremiante

La historia nos ha mostrado cuántos jóvenes, por medio del generoso don de sí mismos y anunciando el Evangelio, han contribuido enormemente al Reino de Dios y al desarrollo de este mundo. Con gran entusiasmo, han llevado la Buena Nueva del Amor de Dios, que se ha manifestado en Cristo, con medios y posibilidades muy inferiores con respecto a los que disponemos hoy. Pienso, por ejemplo, en el beato José de Anchieta, joven jesuita español del siglo XVI, que partió a las misiones en Brasil cuando tenía menos de veinte años y se convirtió en un gran apóstol del Nuevo Mundo. Pero pienso también en los que os dedicáis generosamente a la misión de la Iglesia. De ello obtuve un sorprendente testimonio en la Jornada Mundial de Madrid, sobre todo en el encuentro con los voluntarios.

Hay muchos jóvenes hoy que dudan profundamente de que la vida sea un don y no ven con claridad su camino. Ante las dificultades del mundo contemporáneo, muchos se preguntan con frecuencia: ¿Qué puedo hacer? La luz de la fe ilumina esta oscuridad, nos hace comprender que cada existencia tiene un valor inestimable, porque es fruto del amor de Dios. Él ama también a quien se ha alejado de él; tiene paciencia y espera, es más, él ha entregado a su Hijo, muerto y resucitado, para que nos libere radicalmente del mal. Y Cristo ha enviado a sus discípulos para que lleven a todos los pueblos este gozoso anuncio de salvación y de vida nueva.

En su misión de evangelización, la Iglesia cuenta con vosotros. Queridos jóvenes: Vosotros sois los primeros misioneros entre los jóvenes. Al final delConcilio Vaticano II, cuyo 50º aniversario estamos celebrando en este año, el siervo de Dios Pablo VI entregó a los jóvenes del mundo un Mensaje que empezaba con estas palabras: «A vosotros, los jóvenes de uno y otro sexo del mundo entero, el Concilio quiere dirigir su último mensaje. Pues sois vosotros los que vais a recoger la antorcha de manos de vuestros mayores y a vivir en el mundo en el momento de las más gigantescas transformaciones de su historia. Sois vosotros quienes, recogiendo lo mejor del ejemplo y las enseñanzas de vuestros padres y maestros, vais a formar la sociedad de mañana; os salvaréis o pereceréis con ella». Concluía con una llamada: «¡Construid con entusiasmo un mundo mejor que el de vuestros mayores!» (Mensaje a los Jóvenes, 8 de diciembre de 1965).

Queridos jóvenes, esta invitación es de gran actualidad. Estamos atravesando un período histórico muy particular. El progreso técnico nos ha ofrecido posibilidades inauditas de interacción entre los hombres y la población, mas la globalización de estas relaciones sólo será positiva y hará crecer el mundo en humanidad si se basa no en el materialismo sino en el amor, que es la única realidad capaz de colmar el corazón de cada uno y de unir a las personas. Dios es amor. El hombre que se olvida de Dios se queda sin esperanza y es incapaz de amar a su semejante. Por ello, es urgente testimoniar la presencia de Dios, para que cada uno la pueda experimentar. La salvación de la humanidad y la salvación de cada uno de nosotros están en juego. Quien comprenda esta necesidad, sólo podrá exclamar con Pablo: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1Co 9,16).

2. Sed discípulos de Cristo

Esta llamada misionera se os dirige también por otra razón: Es necesaria para vuestro camino de fe personal. El beato Juan Pablo II escribió: «La fe se refuerza dándola» (Enc. Redemptoris Missio, 2). Al anunciar el Evangelio vosotros mismos crecéis arraigándoos cada vez más profundamente en Cristo, os convertís en cristianos maduros. El compromiso misionero es una dimensión esencial de la fe; no se puede ser un verdadero creyente si no se evangeliza. El anuncio del Evangelio no puede ser más que la consecuencia de la alegría de haber encontrado en Cristo la roca sobre la que construir la propia existencia. Esforzándoos en servir a los demás y en anunciarles el Evangelio, vuestra vida, a menudo dispersa en diversas actividades, encontrará su unidad en el Señor, os construiréis también vosotros mismos, creceréis y maduraréis en humanidad.

¿Qué significa ser misioneros? Significa ante todo ser discípulos de Cristo, escuchar una y otra vez la invitación a seguirle, la invitación a mirarle: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29). Un discípulo es, de hecho, una persona que se pone a la escucha de la palabra de Jesús (cf. Lc 10,39), al que se reconoce como el buen Maestro que nos ha amado hasta dar la vida. Por ello, se trata de que cada uno de vosotros se deje plasmar cada día por la Palabra de Dios; ésta os hará amigos del Señor Jesucristo, capaces de incorporar a otros jóvenes en esta amistad con él.

Os aconsejo que hagáis memoria de los dones recibidos de Dios para transmitirlos a su vez. Aprended a leer vuestra historia personal, tomad también conciencia de la maravillosa herencia de las generaciones que os han precedido: Numerosos creyentes nos han transmitido la fe con valentía, enfrentándose a pruebas e incomprensiones. No olvidemos nunca que formamos parte de una enorme cadena de hombres y mujeres que nos han transmitido la verdad de la fe y que cuentan con nosotros para que otros la reciban.

El ser misioneros presupone el conocimiento de este patrimonio recibido, que es la fe de la Iglesia. Es necesario conocer aquello en lo que se cree, para poder anunciarlo. Como escribí en la introducción de YouCat, el catecismopara jóvenes que os regalé en el Encuentro Mundial de Madrid, «tenéis que conocer vuestra fe de forma tan precisa como un especialista en informática conoce el sistema operativo de su ordenador, como un buen músico conoce su pieza musical. Sí, tenéis que estar más profundamente enraizados en la fe que la generación de vuestros padres, para poder enfrentaros a los retos y tentaciones de este tiempo con fuerza y decisión» (Prólogo).

3. Id

Jesús envió a sus discípulos en misión con este encargo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará» (Mc 16,15-16). Evangelizar significa llevar a los demás la Buena Nueva de la salvación y esta Buena Nueva es una persona: Jesucristo. Cuando le encuentro, cuando descubro hasta qué punto soy amado por Dios y salvado por él, nace en mí no sólo el deseo, sino la necesidad de darlo a conocer a otros. Al principio del Evangelio de Juan vemos a Andrés que, después de haber encontrado a Jesús, se da prisa para llevarle a su hermano Simón (cf. Jn 1,40-42).

La evangelización parte siempre del encuentro con Cristo, el Señor. Quien se ha acercado a él y ha hecho la experiencia de su amor, quiere compartir en seguida la belleza de este encuentro que nace de esta amistad. Cuanto más conocemos a Cristo, más deseamos anunciarlo. Cuanto más hablamos con él, más deseamos hablar de él. Cuanto más nos hemos dejado conquistar, más deseamos llevar a otros hacia él.

Por medio del bautismo, que nos hace nacer a una vida nueva, el Espíritu Santo se establece en nosotros e inflama nuestra mente y nuestro corazón. Es él quien nos guía a conocer a Dios y a entablar una amistad cada vez más profunda con Cristo; es el Espíritu quien nos impulsa a hacer el bien, a servir a los demás, a entregarnos. Mediante la confirmación somos fortalecidos por sus dones para testimoniar el Evangelio con más madurez cada vez. El alma de la misión es el Espíritu de amor, que nos empuja a salir de nosotros mismos, para «ir» y evangelizar. Queridos jóvenes, dejaos conducir por la fuerza del amor de Dios, dejad que este amor venza la tendencia a encerrarse en el propio mundo, en los propios problemas, en las propias costumbres. Tened el valor de «salir» de vosotros mismos hacia los demás y guiarlos hasta el encuentro con Dios.

4. Llegad a todos los pueblos

Cristo resucitado envió a sus discípulos a testimoniar su presencia salvadora a todos los pueblos, porque Dios, en su amor sobreabundante, quiere que todos se salven y que nadie se pierda. Con el sacrificio de amor de la Cruz, Jesús abrió el camino para que cada hombre y cada mujer puedan conocer a Dios y entrar en comunión de amor con él. Él constituyó una comunidad de discípulos para llevar el anuncio de salvación del Evangelio hasta los confines de la tierra, para llegar a los hombres y mujeres de cada lugar y de todo tiempo.¡Hagamos nuestro este deseo de Jesús!

Queridos amigos, abrid los ojos y mirad en torno a vosotros. Hay muchos jóvenes que han perdido el sentido de su existencia. ¡Id! Cristo también os necesita. Dejaos llevar por su amor, sed instrumentos de este amor inmenso, para que llegue a todos, especialmente a los que están «lejos». Algunos están lejos geográficamente, mientras que otros están lejos porque su cultura no deja espacio a Dios; algunos aún no han acogido personalmente el Evangelio, otros, en cambio, a pesar de haberlo recibido, viven como si Dios no existiese.

Abramos a todos las puertas de nuestro corazón; intentemos entrar en diálogo con ellos, con sencillez y respeto mutuo. Este diálogo, si es vivido con verdadera amistad, dará fruto. Los «pueblos» a los que hemos sido enviados no son sólo los demás países del mundo, sino también los diferentes ámbitos de la vida: las familias, los barrios, los ambientes de estudio o trabajo, los grupos de amigos y los lugares de ocio. El anuncio gozoso del Evangelio está destinado a todos los ambientes de nuestra vida, sin exclusión.

Quisiera subrayar dos campos en los que debéis vivir con especial atención vuestro compromiso misionero. El primero es el de las comunicaciones sociales, en particular el mundo de Internet. Queridos jóvenes, como ya os dije en otra ocasión, «sentíos comprometidos a sembrar en la cultura de este nuevo ambiente comunicativo e informativo los valores sobre los que se apoya vuestra vida. […] A vosotros, jóvenes, que casi espontáneamente os sentís en sintonía con estos nuevos medios de comunicación, os corresponde de manera particular la tarea de evangelizar este "continente digital"» (Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24 mayo 2009).

Por ello, sabed usar con sabiduría este medio, considerando también las insidias que contiene, en particular el riesgo de la dependencia, de confundir el mundo real con el virtual, de sustituir el encuentro y el diálogo directo con las personas con los contactos en la red.

El segundo ámbito es el de la movilidad. Hoy son cada vez más numerosos los jóvenes que viajan, tanto por motivos de estudio, trabajo o diversión. Pero pienso también en todos los movimientos migratorios, con los que millones de personas, a menudo jóvenes, se trasladan y cambian de región o país por motivos económicos o sociales. También estos fenómenos pueden convertirse en ocasiones providenciales para la difusión del Evangelio. Queridos jóvenes, no tengáis miedo en testimoniar vuestra fe también en estos contextos; comunicar la alegría del encuentro con Cristo es un don precioso para aquellos con los que os encontráis.

5. Haced discípulos

Pienso que a menudo habéis experimentado la dificultad de que vuestros coetáneos participen en la experiencia de la fe. A menudo habréis constatado cómo en muchos jóvenes, especialmente en ciertas fases del camino de la vida, está el deseo de conocer a Cristo y vivir los valores del Evangelio, pero no se sienten idóneos y capaces. ¿Qué se puede hacer? Sobre todo, con vuestra cercanía y vuestro sencillo testimonio abrís una brecha a través de la cual Dios puede tocar sus corazones. El anuncio de Cristo no consiste sólo en palabras, sino que debe implicar toda la vida y traducirse en gestos de amor. Es el amor que Cristo ha infundido en nosotros el que nos hace evangelizadores; nuestro amor debe conformarse cada vez más con el suyo.

Como el buen samaritano, debemos tratar con atención a los que encontramos, debemos saber escuchar, comprender y ayudar, para poder guiar a quien busca la verdad y el sentido de la vida hacia la casa de Dios, que es la Iglesia, donde se encuentra la esperanza y la salvación (cf. Lc 10,29-37). Queridos amigos, nunca olvidéis que el primer acto de amor que podéis hacer hacia el prójimo es el de compartir la fuente de nuestra esperanza: Quien no da a Dios, da muy poco. Jesús ordena a sus apóstoles: «Haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20).

Los medios que tenemos para «hacer discípulos» son principalmente el bautismo y la catequesis. Esto significa que debemos conducir a las personas que estamos evangelizando para que encuentren a Cristo vivo, en modo particular en su Palabra y en los sacramentos. De este modo podrán creer en él, conocerán a Dios y vivirán de su gracia. Quisiera que cada uno se preguntase: ¿He tenido alguna vez el valor de proponer el bautismo a los jóvenes que aún no lo han recibido? ¿He invitado a alguien a seguir un camino para descubrir la fe cristiana? Queridos amigos, no tengáis miedo de proponer a vuestros coetáneos el encuentro con Cristo. Invocad al Espíritu Santo: Él os guiará para poder entrar cada vez más en el conocimiento y el amor de Cristo y os hará creativos para transmitir el Evangelio.

6. Firmes en la fe

Ante las dificultades de la misión de evangelizar, a veces tendréis la tentación de decir como el profeta Jeremías: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». Pero Dios también os contesta: «No digas que eres niño, pues irás adonde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene» (Jr 1,6-7). Cuando os sintáis ineptos, incapaces y débiles para anunciar y testimoniar la fe, no temáis. La evangelización no es una iniciativa nuestra que dependa sobre todo de nuestros talentos, sino que es una respuesta confiada y obediente a la llamada de Dios, y por ello no se basa en nuestra fuerza, sino en la suya. Esto lo experimentó el apóstol Pablo: «Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros» (2Co 4,7).

Por ello os invito a que os arraiguéis en la oración y en los sacramentos. La evangelización auténtica nace siempre de la oración y está sostenida por ella. Primero tenemos que hablar con Dios para poder hablar de Dios. En la oración le encomendamos al Señor las personas a las que hemos sido enviados y le suplicamos que les toque el corazón; pedimos al Espíritu Santo que nos haga sus instrumentos para la salvación de ellos; pedimos a Cristo que ponga las palabras en nuestros labios y nos haga ser signos de su amor. En modo más general, pedimos por la misión de toda la Iglesia, según la petición explícita de Jesús: «Rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies» (Mt 9,38).

Sabed encontrar en la eucaristía la fuente de vuestra vida de fe y de vuestro testimonio cristiano, participando con fidelidad en la misa dominical y cada vez que podáis durante la semana. Acudid frecuentemente al sacramento de lareconciliación, que es un encuentro precioso con la misericordia de Dios que nos acoge, nos perdona y renueva nuestros corazones en la caridad. No dudéis en recibir el sacramento de la confirmación, si aún no lo habéis recibido, preparándoos con esmero y solicitud. Es, junto con la eucaristía, el sacramento de la misión por excelencia, que nos da la fuerza y el amor del Espíritu Santo para profesar la fe sin miedo. Os aliento también a que hagáis adoración eucarística; detenerse en la escucha y el diálogo con Jesús presente en el sacramento es el punto de partida de un nuevo impulso misionero.

Si seguís por este camino, Cristo mismo os dará la capacidad de ser plenamente fieles a su Palabra y de testimoniarlo con lealtad y valor. A veces seréis llamados a demostrar vuestra perseverancia, en particular cuando la Palabra de Dios suscite oposición o cerrazón. En ciertas regiones del mundo, por la falta de libertad religiosa, algunos de vosotros sufrís por no poder dar testimonio de la propia fe en Cristo. Hay quien ya ha pagado con la vida el precio de su pertenencia a la Iglesia. Os animo a que permanezcáis firmes en la fe, seguros de que Cristo está a vuestro lado en esta prueba. Él os repite: «Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo» (Mt 5,11-12).

7. Con toda la Iglesia

Queridos jóvenes, para permanecer firmes en la confesión de la fe cristiana allí donde habéis sido enviados, necesitáis a la Iglesia. Nadie puede ser testigo del Evangelio en solitario. Jesús envió a sus discípulos a la misión en grupos: «Haced discípulos» está puesto en plural. Por tanto, nosotros siempre damos testimonio en cuanto miembros de la comunidad cristiana; nuestra misión es fecundada por la comunión que vivimos en la Iglesia, y gracias a esa unidad y ese amor recíproco nos reconocerán como discípulos de Cristo (cf. Jn 13,35). Doy gracias a Dios por la preciosa obra de evangelización que realizan nuestras comunidades cristianas, nuestras parroquias y nuestros movimientos eclesiales. Los frutos de esta evangelización pertenecen a toda la Iglesia: «Uno siembra y otro siega» (Jn 4,37).

En este sentido, quiero dar gracias por el gran don de los misioneros, que dedican toda su vida a anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Asimismo, doy gracias al Señor por los sacerdotes y consagrados, que se entregan totalmente para que Jesucristo sea anunciado y amado. Deseo alentar aquí a los jóvenes que son llamados por Dios, a que se comprometan con entusiasmo en estas vocaciones: «Hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20,35). A los que dejan todo para seguirlo, Jesús ha prometido el ciento por uno y la vida eterna (cf. Mt 19,29).

También doy gracias por todos los fieles laicos que allí donde se encuentran, en familia o en el trabajo, se esmeran en vivir su vida cotidiana como una misión, para que Cristo sea amado y servido y para que crezca el Reino de Dios. Pienso, en particular, en todos los que trabajan en el campo de la educación, la sanidad, la empresa, la política y la economía y en tantos ambientes del apostolado seglar. Cristo necesita vuestro compromiso y vuestro testimonio. Que nada – ni las dificultades, ni las incomprensiones – os hagan renunciar a llevar el Evangelio de Cristo a los lugares donde os encontréis; cada uno de vosotros es valioso en el gran mosaico de la evangelización.

8. «Aquí estoy, Señor»

Queridos jóvenes, al concluir quisiera invitaros a que escuchéis en lo profundo de vosotros mismos la llamada de Jesús a anunciar su Evangelio. Como muestra la gran estatua de Cristo Redentor en Río de Janeiro, su corazón está abierto para amar a todos, sin distinción, y sus brazos están extendidos para abrazar a todos. Sed vosotros el corazón y los brazos de Jesús. Id a dar testimonio de su amor, sed los nuevos misioneros animados por el amor y la acogida. Seguid el ejemplo de los grandes misioneros de la Iglesia, como san Francisco Javier y tantos otros.

Al final de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, bendije a algunos jóvenes de diversos continentes que partían en misión. Ellos representaban a tantos jóvenes que, siguiendo al profeta Isaías, dicen al Señor: «Aquí estoy, mándame» (Is 6,8). La Iglesia confía en vosotros y os agradece sinceramente el dinamismo que le dais. Usad vuestros talentos con generosidad al servicio del anuncio del Evangelio. Sabemos que el Espíritu Santo se regala a los que, en pobreza de corazón, se ponen a disposición de tal anuncio. No tengáis miedo. Jesús, Salvador del mundo, está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20).

Esta llamada, que dirijo a los jóvenes de todo el mundo, asume una particular relevancia para vosotros, queridos jóvenes de América Latina. En la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que tuvo lugar enAparecida en 2007, los obispos lanzaron una «misión continental». Los jóvenes, que en aquel continente constituyen la mayoría de la población, representan un potencial importante y valioso para la Iglesia y la sociedad. Sed vosotros los primeros misioneros. Ahora que la Jornada Mundial de la Juventud regresa a América Latina, exhorto a todos los jóvenes del continente: Transmitid a vuestros coetáneos del mundo entero el entusiasmo de vuestra fe.

Que la Virgen María, Estrella de la Nueva Evangelización, invocada también con las advocaciones de Nuestra Señora de Aparecida y Nuestra Señora de Guadalupe, os acompañe en vuestra misión de testigos del amor de Dios. A todos imparto, con particular afecto, mi Bendición Apostólica.