domingo, 26 de agosto de 2012

Benedicto XVI: La falsedad es la marca del diablo


En sus palabras previas al rezo del Ángelus, junto a los fieles reunidos en suresidencia de Castel Gandolfo, el Papa Benedicto XVI  recordó la traición de Judas, que permaneció no por amor sino por venganza, y cuya culpa más grave “fue la falsedad, que es la marca del diablo”.

El Santo Padre señaló que “Judas habría podido irse, como hicieron muchos discípulos; es más, habría debido irse, si hubiese sido honesto. En cambio permanece con Jesús. Permanece no por fe, no por amor, sino con el propósito secreto de vengarse del Maestro. ¿Por qué? Porque Judas se sentía traicionado por Jesús, y decide a su vez traicionarlo”.

“Judas era un zelota, y quería un Mesías vencedor, que guiase una revuelta contra los Romanos. Pero Jesús había desilusionado estas expectativas. El problema es que Judas no se fue, y su culpa más grave fue la falsedad, que es la marca del diablo”.

El Papa indicó que por eso Jesús dijo a los doce apóstoles que “¡uno de ustedes es un diablo!”.

Benedicto XVI señaló que en el Evangelio de hoy indica que muchos seguidores de Jesús se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo “porque no creyeron en las palabras de Jesús que decía: Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”.

“Para ellos esta revelación permanecía incomprensible, porque la entendían solo en sentido material, mientras en aquellas palabras estaba preanunciado el misterio pascual de Jesús, en el que Él se ha donado a si mismo para la salvación del mundo”.

El Santo Padre recordó que Jesús luego se dirige a los apóstoles y les pregunta si ellos también quieren irse y, “como en otros casos, es Pedro quien responde en nombre de los Doce: ‘Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios’”.

Al concluir, el Santo Padre pidió a la Virgen María que “nos ayude a creer en Jesús, como San Pedro, y a ser siempre sinceros con Él y con todos”.

“SEÑOR, TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA”


domingo 26 Agosto 2012

Vigésimo primer Domingo del tiempo ordinario
Santo(s) del día : Santa Ag

Evangelio según San Juan 6,60-69.

Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?". 
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza? 
¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? 
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. 
Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. 
Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". 
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. 
Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". 
Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. 
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios". 

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. 


Es duro este lenguaje. 

La Palabra del Señor es como una espada de doble filo: corta por todos lados. La fuerza de su Espíritu nos obliga a elegir entre las obras de la carne, que San Pablo llama las del hombre viejo, y las del espíritu, es decir, las del hombre nuevo. Recibir el mensaje del Señor no es sólo escuchar, es también poner por obra lo que Él nos enseña. 

Si habiendo visto los milagros que realizaba el Señor, si habiendo escuchado sus palabras que llevan al cumplimiento lo que anunciaron los profetas, estos discípulos no creen en Jesús y se dedican a murmurar, ¿cómo creerán en lo que falta venir? ¿Cómo aceptarán el milagro de la Resurrección de entre los muertos? 

Muchas veces, nos predisponemos a rechazar lo que el Señor nos anuncia. Lo rechazamos porque lo dice fulano o mengano, que no son nadie para decirme algo a mí. Lo rechazamos porque no nos gusta lo que se nos propone: un cambio de mentalidad, una aceptación del poder de Dios, más poderoso que yo, más sabio que yo, más fuerte que yo. 

El Espíritu da vida. 

Nuestro Dios es un Dios de vivos. Nuestra condición de hijos de Dios nos permite vislumbrar una realidad superior a la que somos llamados, invitados. Sin menospreciar nuestra condición humana, antes bien, suponiéndola efectivamente, construyendo sobre ella. 

Algunos de ustedes no creen. 

A primera vista, parece que el Señor nos pide cosas imposibles o muy difíciles. ¿Quién podía imaginar que la locura del amor de Dios por nosotros lo iba a llevar a hacerse hombre, a hacerse uno de los nuestros? ¿Quién le aconsejó al Señor este proyecto o fue partícipe de sus secretos? Sin embargo, como muchos de nosotros, algunos seguían a Jesús "por si acaso", además era famoso, daba “status” pertenecer al grupo de los suyos. Pero cuando empezó a ponerse en claro las exigencias de su seguimiento, cuando comenzó a hablar cosas raras como eso de comerlo, cuando dijo que Él daba la vida eterna, la cosa ya había que pensarla. ¿Cómo seguir a este loco? ¿No fueron acaso sus parientes a buscarlo porque lo consideraban fuera de sí (Mc 3,21)? El seguimiento de Jesús no se explica sin un don de lo alto. 

Nadie puede venir a Mí si el Padre no se lo concede. 

El Padre es el que nos atrae, el que nos regala su Espíritu. Y este Espíritu obra en nosotros las obras de Dios. Y ese Espíritu es don para todos los hombres de buena voluntad. Pedir el Espíritu Santo, que el Padre no niega a nadie (Lc 11,13), es nuestra tarea cotidiana. Sólo la fuerza de Dios puede ayudarnos a andar el camino de salvación que Él quiere para cada uno de nosotros. Jesús nos muestra ese camino: su propia vida hecha oración y entrega. La Virgen María nos enseña con su vida que la fe permita a Dios obrar milagros y por eso la proclamamos dichosa por haber creído que se cumpliría en Ella lo que el Señor le anunció por medio del Ángel. 

Nadie puede venir a Mí si el Padre no se lo concede. 

La obra de Dios es el amor. Dios es misericordia y derrocha su amor entre nosotros con signos constantes de su presencia salvadora. Él nos pide que hagamos lo mismo. Él tiene la iniciativa. Nuestra vida es don de Dios y tarea nuestra. El Señor regala la atracción por el bien, la verdad, la justicia, la misericordia y pide que nosotros pongamos el esfuerzo de obrarlas. Él se puso primero a darnos el ejemplo, Él tomó la condición humana para mostrarnos que no era imposible. Ésta tarea requiere nuestra fe, la aceptación de la condescendencia de Dios para con nosotros, sus hijos amados hasta el extremo de que Jesús participara del dolor de la cruz para regalarnos la alegría de la Resurrección. 

Muchos de sus discípulos dejaron de andar con Él. 

Cuando centramos todas las expectativas de resolución de situaciones en nuestras propias capacidades, experimentamos la desilusión de descubrir que no somos todopoderosos. Y el Señor, que nos ama, nos hace andar por caminos humanos, como humana es toda nuestra existencia. Tenemos pretensiones de ser Dios, y olvidamos que Él se hizo hombre, como nosotros, para que, siguiendo su mismo camino, nosotros lleguemos a ser como Él. Si nos quedamos en la apariencia de las cosas y no ponemos en ellas una mirada de fe, perdemos la certeza de la presencia de Dios en nuestras vidas, su lenguaje, entonces, nos resulta duro y lo abandonamos. 



¿También ustedes quieren irse? ¿Adónde vamos a ir? 

La pregunta directa de Jesús obliga a una respuesta sincera. Todos se van... ¿¡Y nosotros!? Muchas veces, también para nosotros, es duro el lenguaje del Reino que no admite que nademos en dos aguas. En el Apocalipsis, el Señor, dirá: "fríos o calientes, tibios los vomitaré de mi boca" (Ap 3, 15). Pero más veces son las que descubrimos que la Palabra del Señor tiene un secreto misterioso de amor, tiene Vida. Más son las veces en que los prodigios de su mano poderosa tocan con ternura nuestra vida doliente y la llenan de esperanza. Más son las veces en que aún en medio del dolor tenemos la certeza de que Él está acompañándonos, haciéndonos descubrir que nos ama a pesar de nuestros límites. Vayamos, pues, a Él. Quedémonos un rato largo en su Presencia. Dejemos su Palabra resonar en nuestro corazón herido por tantos desengaños. Guardemos, como María, el paso de Dios por nuestras vidas y meditémoslo en nuestro corazón, sabiendo que Él hace maravillas en nosotros.

domingo, 19 de agosto de 2012

Benedicto XVI: Dejémonos sorprender por palabras de Cristo


Esta mañana, en sus palabras previas al rezo del Ángelus, el Papa Benedicto XVI invitó a todos los fieles a dejarnos nuevamente sorprender por las palabras de Cristo, que siempre debe ser primicia para la humanidad.

“Dejémonos, también nosotros, nuevamente sorprender por las palabras de Cristo: Él, semilla de trigo lanzada en los surcos de la historia, es la primicia de la humanidad nueva, liberada de la corrupción del pecado y de la muerte”, dijo Benedicto XVI ante los miles de peregrinos reunidos en su residencia de verano en Castel Gandolfo.

Además, el Papa invitó a redescubrir “la belleza del Sacramento de laEucaristía que expresa toda la humildad y la santidad de Dios: su hacerse pequeño –Dios se hace pequeño- parte del universo que quiere reconciliar a todos en su amor”.

Al explicar el Evangelio de este domingo recordó la parte culminante del discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaum, después de que el día anterior diera de comer a miles de personas con sólo cinco panes y dos peces.

Es ahí donde “Jesús revela el sentido de aquel milagro, es decir que el tiempo de las promesas se ha cumplido: Dios Padre, que con el maná sació el hambre de los israelitas en el desierto, ahora lo mandaba a Él, Hijo, como verdadero Pan de vida eterna, y este pan es su carne, su vida, ofrecida en sacrificio por nosotros”, expresó.

El Santo Padre explicó que en la Eucaristía “se trata por lo tanto de acogerlo con fe, no escandalizándose de su humanidad; y se trata de ‘comer su carne y beber su sangre’, para tener en nosotros mismos la plenitud de la vida”.

“Es evidente que este discurso no fue hecho para obtener beneplácitos. Jesús lo sabe y lo pronuncia intencionadamente; y en efecto aquel fue un momento crítico, un vuelco en su misión pública".

El Papa subrayó que "la gente, y los mismos discípulos, eran entusiastas de Él cuando realizaba signos prodigiosos; y también la multiplicación de los panes y de los peces era una clara revelación del Mesías, tanto es así que inmediatamente después la multitud habría querido llevar a Jesús en triunfo y proclamarlo rey de Israel”.

Pero ciertamente ésta “no era la voluntad de Jesús, que con aquel extenso discurso termina con el entusiasmo y provoca muchos desacuerdos. Él, en efecto, explicando la imagen del pan, afirma de haber sido mandado para ofrecer la propia vida, y que, quien quiere seguirlo debe unirse a Él en modo personal y profundo, participando en su sacrificio de amor”.

Benedicto XVI explicó que esta es la razón por la que Jesús, instituiría en la última cena el Sacramento de la Eucaristía, para que así, los discípulos pudiesen tener en sí mismos su caridad, como un único cuerpo unido a Él, prolongar en el mundo su misterio de salvación.

"Escuchando este discurso, la gente comprendió que Jesús no era un Mesías como así querían, que aspirase a un trono terrenal”, sino que “no buscaba el consenso de todos para conquistar Jerusalén, es más, quería ir a la ciudad santa para compartir la suerte de los profetas y dar la vida por Dios y por el pueblo".

El Santo Padre explicó que “aquellos panes, partidos para miles de personas no querían provocar una marcha triunfal, sino preanunciar el sacrificio de la Cruz, en la que Jesús se hace Pan, cuerpo y sangre ofrecidos en expiación por la vida del mundo”, y además, con su discurso pretendía desilusionar a las multitudes y “sobre todo, provocar una decisión en sus discípulos. En efecto, muchos entre estos, a partir de entonces, ya no le siguieron”.

Finalmente, en su saludo a los peregrinos de lengua española, el Santo Padre recordó que el Evangelio de este domingo “nos invita a participaren la vida divina a través del sacramento de la Eucaristía: el banqueteque Cristo ha preparado y en el que nos ofrece como alimento su cuerpo y su sangre entregados por nuestra salvación”.

“Acerquémonos con fe y alegría a este misterio y saciemos nuestro alma con el pan de la inmortalidad”, concluyó.

Benedicto XVI expresa cordial saludo a Patriarca ortodoxo de Moscú


 El Papa Benedicto XVI expresó su cordial saludo al Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, Kirill I y a todos los fieles ortodoxos, con ocasión de su reciente visita a Polonia, donde participaron en un esperanzador encuentro ecuménico con los líderes de la Iglesia Católica en ese país.

En su saludo a los peregrinos polacos que llegaron a Castel Gandolfo aparticipar en el rezo del Ángelus, el Santo Padre  recordó que el programade la visita de Kirill II “incluyó también encuentros con los Obispos católicos y la declaración común del anhelo de hacer crecer la unión fraterna y de colaboración en la difusión de los valores evangélicos en el mundo contemporáneo, en el espíritu de la mis fe en Cristo Jesús”.

“Éste es un evento importante, que suscita esperanza para el futuro”, señaló el Papa.

Benedicto XVI  encomentó los frutos de este encuentro “frutos a labenevolencia de María, implorando la bendición de Dios”.

“¡Alabado sea Jesucristo!”, exclamó al concluir.

Benedicto XVI: El hombre está hecho para el Infinito


El Papa Benedicto XVI señaló que no debemos tener miedo de lo que Dios nos pide a través de las diversas circunstancias de nuestras vidas, porque la naturaleza del ser humano es haber sido “hechos para el Infinito”.

En su tradicional mensaje con ocasión del inicio del 33 Mítin de Rímini (Italia) por la Amistad entre los Pueblos que durará hasta el 25 de agosto, convocado por la fundación Comunión y Liberación, el Santo Padre  indicó que “decir que ‘la naturaleza del hombre es relación con lo infinito’ significa entonces decir que cada persona ha sido creada para que pueda entrar en diálogo con Dios, con lo infinito”.

El Papa afirmó que las cosas, relaciones, alegrías y dificultades que experimenta el ser humano durante su vida encuentran “su razón última en el ser ocasión de relación con el Infinito, voz de Dios que continuamente nos llama y nos invita a elevar la mirada, a descubrir en la adhesión a Él, la realización plena de nuestra humanidad”.

“No debemos tener miedo de aquello que Dios nos pide a través de las circunstancias de la vida, aún si fuese la dedición de todo nuestro ser a una forma particular de seguir e imitar a Cristo en el sacerdocio o en lavida religiosa.

El Señor, llamando a algunos a vivir totalmente de Él, llama a todos a reconocer la esencia de la propia naturaleza de seres humanos: hechos para el infinito”.

Benedicto XVI subrayó que “Dios quiere nuestra felicidad, nuestra plena realización humana”.

“Pidamos, entonces, de entrar y permanecer en la mirada de la fe que ha caracterizado a los Santos, para poder descubrir las semillas de bien que el Señor esparce a lo largo del camino de nuestra vida y adherir con gozo a nuestra vocación”.

Benedicto XVI señaló que “hablar del hombre y de su anhelo al infinito significa antes que nada reconocer su relación constitutiva con el Creador. El hombre es una criatura de Dios”.

El Santo Padre lamentó que actualmente “esta palabra –creatura- parece casi pasada de moda: se prefiere pensar en el hombre como en un ser realizado en sí mismo y artífice absoluto del propio destino”.

“La consideración del hombre como creatura resulta ‘incómoda’ porque implica una referencia esencial a algo diferente o mejor, a Alguien más –no gestionable por el hombre- que entra a definir en modo esencial su identidad; una identidad relacional, cuyo primer dato es la dependencia originaria y ontológica de Aquel que nos ha querido y nos ha creado”.

El Papa explicó que “esta dependencia, de la cual el hombre moderno y contemporáneo trata de liberarse, no solo no esconde o disminuye, sino que revela en modo luminoso la grandeza y la dignidad suprema del hombre, llamado a la vida para entrar en relación con la Vida misma, con Dios”.

EL EVANGELIO Y SU PENSAMIENTO

DOMINGO 20º DURANTE EL AÑO – 19 de Agosto de 2012.


“el que me come vivirá por mí”


Evangelio según San Juan 6,51-58.

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". 
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". 
Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. 
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. 
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. 
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. 
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. 
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente". 

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. 

Continuamos meditando el capítulo 6 del Evangelio según san Juan. Recordemos que este había comenzado narrándonos la multiplicación de los cinco panes y los dos pescados. Luego Jesús pronuncia el discurso del Pan de Vida a los que habían comido pan hasta saciarse para que trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna. En el Evangelio según san Mateo encontramos similares palabras de Jesús cuando dice: “Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6, 33). Es decir, Jesús nos muestra una nueva escala de valores: primero es la Vida eterna, la salvación de todos los hombres; segundo, es la vida terrena. Ocupémonos de las cosas de Dios, que Dios se ocupa de nuestras cosas. 

Llama la atención que el Evangelio según san Juan sea el único que narra el discurso del Pan de Vida y a la vez sea el único que no narra la institución de la Eucaristía. También es interesante ver que el mismo tiene lugar cuando “se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos” (Jn 6, 4). No se refiere a la Pascua en la que Jesús padeció, murió y resucitó, sino probablemente a la anterior. La referencia a la Pascua judía resalta la relevancia del discurso sobre el Pan de Vida, respecto a la importancia que le dan los judíos a los panes ácimos que se comen en esa fiesta y al recordatorio del maná, el pan que comieron los judíos en el desierto después de su pascua. 

Este gran discurso eucarístico, comienza cuando le preguntan a Jesús: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?” (v. 28). Esta es la pregunta que todo aquel que se ha encontrado con Jesús se hace. Porque sabemos que las obras humanas siempre están impregnadas de egoísmos y mezquindades. Y al mirar las obras de Jesús, surge en el corazón humano el deseo de obrar como Él: desinteresadamente, generosamente. 

Jesús nos da la clave para realizar las obras de Dios: creer en Él. Creer que Él es el Pan que da la Vida. Creer que su Carne es la verdadera comida y su Sangre es la verdadera bebida. Pero sabemos que creer es un acto que involucra a toda la persona. Creer no es sólo “saber” que Él es el Pan vivo bajado del Cielo, sino sobre todo, comer de ese Pan. 

Recibir la Eucaristía es el mejor acto de fe que puede hacer un cristiano. Es el acto de fe que nos da la participación en la Vida divina, en la Vida eterna. Recibir la Eucaristía es vivir anticipadamente el Cielo, es gozar de la presencia amorosa de Dios en nuestro corazón. 

Recibir el Pan de Vida, es recibir el alimento para no desfallecer en la práctica del bien. Es fortalecernos para seguir ayudando a nuestros hermanos, para seguir sirviendo a los más pequeños. Recibir a Jesús, es recibir su Amor para amar como Él. No podemos realizar las obras de Dios sin Dios. No podemos ser auténticos cristianos sin recibir a Cristo. Esta tiene que ser nuestra mayor preocupación y nuestra primera ocupación: recibir la Eucaristía. Ojalá lo hiciéramos todos los días, no sólo los domingos. Así todos los días llevaríamos el Amor de Dios a nuestros hogares, a nuestro trabajo, a nuestros amigos. Ojalá que al decir: “danos hoy nuestro pan de cada día”, pensáramos primero en el Pan de Vida, en la verdadera comida. 

Si queremos ser auténticos cristianos comencemos por recibir a Jesús en la Eucaristía. No rechacemos la invitación a la Vida que nos hace Jesús. No dejemos a nuestro corazón hambriento y sediento de la verdadera comida y la verdadera bebida. Sólo Jesús puede saciar el corazón del hombre. Recibámoslo confiadamente. Aunque veamos nuestras flaquezas: inconstancia, enojos, desilusiones; sigamos confiando en Dios porque sabemos que Él es el que nos sostiene. Donde no hay motivación, Él es el que pone motivación; donde hay cansancio, Dios pone fuerzas. Es en la Eucaristía donde el cristiano encuentra el verdadero rostro de Dios y puede mostrar ese rostro a los hombres. En la Eucaristía el hombre se involucra con la Vida misma, con la Vida de Dios y con la Vida de todo hombre.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Como María, centrar la vida en Dios que es fuente de alegría, exhorta Benedicto XVI



 El Papa Benedicto XVI alentó a los católicos a centrar la propia vida en Dios, fuente de toda alegría, a ejemplo de la Virgen María que en el canto del Magnificat expresa su adhesión plena al Señor.
Así lo indicó el Santo Padre al dirigirse a los fieles reunidos en la Gruta de la Virgen de Lourdes de los Jardines Vaticanos, con motivo de la conclusión del mes de mayo, dedicado a la Madre de Dios. Tras la procesión desde la iglesia de San Esteban de los Abisinios hasta ese lugar el Papa dirigió algunas palabras a los presentes.
"Esta tarde –dijo– queremos dirigirnos al Corazón Inmaculado de María con renovada confianza, para dejarnos contagiar por su alegría, que encuentra su manantial más profundo en el Señor".
La alegría, continuó el Santo Padre es "fruto del Espíritu Santo y un rasgo distintivo del cristiano. Se basa en la esperanza en Dios, saca fuerzas de la oración incesante, permite afrontar con serenidad las tribulaciones".
"San Pablo nos recuerda: 'Sed alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación, constantes en la oración'. Estas palabras del apóstol son como un eco del 'Magnificat' de María, y nos exhortan a reproducir en nosotros mismos, en la vida de todos los días, los sentimientos de alegría en la fe propios del cántico mariano".
El Magnificat es el canto de alabanza de la Virgen María luego de saludar a su prima Isabel, también encinta, en el Día de la Visitación que la Iglesia celebró ayer 31 de mayo.
"Este evento se caracteriza por la alegría que expresan las palabras, con las que la Virgen Santa glorifica al Todopoderoso, por las grandes cosas que Él ha cumplido mirando la humildad de su sierva".
Benedicto XVI explicó que "el Magníficat es el canto de alabanza de la humanidad redimida por la divina misericordia, que eleva todo el pueblo de Dios; Y, al mismo tiempo, es el himno que denuncia la ilusión de los que se creen señores de la historia y árbitros de su destino. Al contrario, María centró toda su vida en Dios, entregándose confiadamente a su voluntad y designio de amor".
"Todos –continuó– tenemos que aprender siempre de nuestra Madre celeste: su fe nos invita a mirar más allá de las apariencias y a creer firmemente que las dificultades cotidianas nos conducen a una primavera que ya ha comenzado con Cristo Resucitado".
Para concluir, el Papa expresó su deseo de que esta alegría espiritual, "que rebosa del corazón lleno de gratitud de la Madre de Cristo y Madre nuestra, (…) se consolide en nuestro ánimo, en nuestra vida personal  yfamiliar, en todos los ambientes, especialmente en la vida de esta familiaque aquí, en el Vaticano, sirve a la Iglesia universal".

En el día de la Virgen del Carmen Brillar como estrellas ante mundo que quiere a la Iglesia "por el suelo", pide el Papa a católicos


El Papa Benedicto XVI alentó a los católicos a vivir siempre con radicalidad y con una profunda oración a Dios para poder brillar en medio de un mundo que quiere "poner su Iglesia por el suelo".
Así lo indicó el Pontífice en un mensaje dirigido al Obispo de Ávila (España), Mons. Jesús García Burillo, en ocasión del 450º aniversario de fundación del Monasterio de San José en esa diócesis y del inicio de la reforma del Carmelo promovida por Santa Teresa de Jesús. El mensaje lleva por fecha de hoy, 16 de julio, día en el que los católicos celebran a la Virgen del Carmen.
En el texto, el Santo Padre  señala que "Santa Teresa propuso un nuevoestilo de ser carmelita en un mundo también nuevo. Aquellos fueron ‘tiempos recios’. Y en ellos, al decir de esta Maestra del espíritu, ‘son menester amigos fuertes de Dios para sustentar a los flacos’. E insistía con elocuencia: ‘Estáse ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo, quieren poner su Iglesia por el suelo. No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios asuntos de pocaimportancia’".
"¿No nos resulta familiar, en la coyuntura que vivimos, una reflexión tan luminosa e interpelante, hecha hace más de cuatro siglos por la Santa mística?", cuestionó el Papa.
Ante esta realidad, escribe Benedicto XVI, el ejemplo de Santa Teresa que siempre quiso agradar a Dios en todo recuerda que "un santo no es aquel que realiza grandes proezas basándose en la excelencia de sus cualidades humanas, sino el que consiente con humildad que Cristo penetre en su alma, actúe a través de su persona, sea Él el verdadero protagonista de todas sus acciones y deseos, quien inspire cada iniciativa y sostenga cada silencio".
"Dejarse conducir de este modo por Cristo solamente es posible para quien tiene una intensa vida de oración. Ésta consiste, en palabras de la Santa abulense, en ‘tratar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama’. La reforma del Carmelo, cuyo aniversario nos colma de gozo interior, nace de la oración y tiende a la oración".
El Papa indica además que "el fin último de la Reforma teresiana y de la creación de nuevos monasterios, en medio de un mundo escaso de valores espirituales, era abrigar con la oración el quehacer apostólico; proponer un modo de vida evangélica que fuera modelo para quien buscaba un camino de perfección, desde la convicción de que toda auténtica reforma personal y eclesial pasa por reproducir cada vez mejor en nosotros la ‘forma’ de Cristo".
"No fue otro el empeño de la Santa ni el de sus hijas. Tampoco fue otro el de sus hijos carmelitas, que no trataban sino de ‘ir muy adelante en todaslas virtudes’. En este sentido, Teresa escribe: ‘Precia más [nuestro Señor] un alma que por nuestra industria y oración le ganásemos mediante su misericordia, que todos los servicios que le podemos hacer’".
"También hoy, como en el siglo XVI, y entre rápidas transformaciones, es preciso que la plegaria confiada sea el alma del apostolado, para que resuene con meridiana claridad y pujante dinamismo el mensaje redentor de Jesucristo. Es apremiante que la Palabra de vida vibre en las almas de forma armoniosa, con notas sonoras y atrayentes".
En esta apasionante tarea, prosiguió, "el ejemplo de Teresa de Ávila nos es de gran ayuda. Podemos afirmar que, en su momento, la Santa evangelizó sin tibiezas, con ardor nunca apagado, con métodos alejados de la inercia, con expresiones nimbadas de luz".
"Esto conserva toda su frescura en la encrucijada actual, que siente la urgencia de que los bautizados renueven su corazón a través de la oración personal, centrada también, siguiendo el dictado de la Mística abulense, en la contemplación de la Sacratísima Humanidad de Cristo como único camino para hallar la gloria de Dios".
Así, escribe el Papa Benedicto XVI, "se podrán formar familias auténticas, que descubran en el Evangelio el fuego de su hogar; comunidades cristianas vivas y unidas, cimentadas en Cristo como en su piedra angular y que tengan sed de una vida de servicio fraterno y generoso".
"También es de desear que la plegaria incesante promueva el cultivo prioritario de la pastoral vocacional, subrayando peculiarmente la belleza de la vida consagrada, que hay que acompañar debidamente como tesoro que es de la Iglesia, como torrente de gracias, tanto en su dimensión activa como contemplativa".
"A esa radicalidad y fidelidad nos invita hoy esta hija tan ilustre de la diócesis de Ávila. Acogiendo su hermoso legado, en esta hora de la historia, el Papa convoca a todos los miembros de esa Iglesia particular, pero de manera entrañable a los jóvenes, a tomar en serio la común vocación a la santidad".
El Santo Padre concluye su mensaje haciendo votos para que "María, Estrella de la evangelización, y su casto esposo San José intercedan para que aquella ‘estrella’ que el Señor encendió en el universo la Iglesia con la reforma teresiana siga irradiando el gran resplandor del amor y de la verdad de Cristo a todos los hombres".

Asunción invita a confiar en Dios, seguir su palabra y hacer su voluntad, dice el Papa


Antes de rezar el Ángelus este mediodía (hora local) en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo en la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, el Papa Benedicto XVI dijo que esta celebración invita fuertemente a confiar en Dios, seguir su Palabra y hacer su voluntad para así poder llegar al Cielo.
Según señala la nota de Radio Vaticano, el Papa explicó que "paraentender la Asunción tenemos que mirar a la Pascua, el gran Misterio de nuestra salvación, que marca el paso de Jesús a la gloria del Padre a través de la pasión, muerte y resurrección".
"María, que ha engendrado al Hijo de Dios en la carne, es la criatura más inserta en este misterio, redimida desde el primer momento de su vida, y asociada de una manera especial a la pasión y la gloria de su Hijo. La Asunción de María al Cielo es, pues, el misterio pascual de Cristo realizado plenamente en Ella. María está íntimamente unida a su Hijo resucitado, vencedor sobre el pecado y la muerte, plenamente conformada con él".
El Papa dijo luego que "la Asunción es una realidad que nos toca también nosotros, porque nos indica de manera luminosa nuestro destino, el de la humanidad y el de la historia. En María, de hecho, contemplamos aquella realidad de gloria a la cual está llamado cada uno de nosotros y toda laIglesia".
"El Evangelio de San Lucas que leemos en la liturgia de esta solemnidad nos muestra el camino que la Virgen de Nazaret ha recorrido para estar en la gloria de Dios. Es la narración de la visita de María a Isabel, en la que la Virgen es proclamada bendita entre todas las mujeres y beata porque ha creído en el cumplimiento de las palabras que fueron dichas por el Señor. Y en el canto del ‘Magnificat’, que eleva con la alegría a Dios brilla su profunda fe".
El Santo Padre dijo luego que María "se coloca entre los ‘pobres’ y ‘humildes’, que no pueden confiar en sus propias fuerzas, sino que confían en Dios, y en su acción, capaz de obrar grandes cosas en la debilidad".
"Si la Asunción nos abre al futuro luminoso que nos espera, nos invita también fuertemente a confiarnos más a Dios, a seguir su Palabra, abuscar y cumplir su voluntad cada día: éste es el camino que nos hace ‘beatos’ en nuestra peregrinación terrena, y nos abre las puertas del Cielo".
Benedicto XVI dijo además que "el Concilio Vaticano II afirma: ‘María asunta al cielo con su múltiple intercesión continúa a obtener para nosotros los dones de la salvación eterna. Con su materna caridad cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se debaten entre peligros y dificultades, hasta que no sean conducidos a la patria bienaventurada’".
"Invoquemos la Virgen Santa, sea Ella la estrella que guía nuestros pasos al encuentro con su Hijo en nuestro camino para llegar a la gloria del Cielo, a la alegría eterna", concluyó.

El Papa: En la Asunción vemos que Dios siempre espera al hombre


El Papa Benedicto XVI explicó que la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, que la Iglesia celebra hoy, muestra que en Dios hay espacio para el hombre al que siempre espera para la vida eterna con Él, razón de la auténtica esperanza humana.
Así lo indicó el Santo Padre en la homilía de la Misa que presidió en Castel Gandolfo al celebrar la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María a los cielos en cuerpo y alma, dogma proclamado por el Venerable Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950.
Tras hacer una intensa reflexión sobre la vida de la Madre de Dios, que en el Magnificat pronuncia una profecía "para toda la historia de la Iglesia" y que vive siempre unida a su Hijo Jesucristo, el Santo Padre precisó que "las palabras de María dicen que es un deber de la Iglesia recordar la grandeza de la mujer para la fe".
"Esta solemnidad es una invitación por lo tanto para alabar a Dios, y mirar hacia la grandeza de la Santísima Virgen, porque a Quien es Dios lo conocemos en el rostro de los suyos", añadió.
El Papa cuestionó luego: "¿qué cosa dona a nuestro camino, a nuestra vida, la Asunción de María? La primera respuesta es: en la Asunción vemos que en Dios hay espacio para el hombre, Dios mismo es la casa de tantos apartamentos de la cual habla Jesús, Dios e la casa del hombre, en Dios está el espacio de Dios".
"Y María, uniéndose, unida a Dios no sea aleja de nosotros, no va sobre una galaxia desconocida, sino que va a Dios, se aproxima, porque Dios está cerca de todos nosotros y María, unida a Dios, participa de la presencia de Dios, esta cercanísima a nosotros, a cada uno de nosotros".
El Santo Padre recordó luego que "hay una bella palabra de San Gregorio Magno sobre San Benito que podemos aplicar todavía a María: San Gregorio Magno dice que el corazón de San Benito se hizo tan grande que todo lo Creado podía entrar en este corazón. Esto vale aún más para María: María, unida totalmente a Dios, tiene un corazón tan grande que toda la Creación puede entrar en este corazón y los exvotos en todas las partes de la tierra lo demuestran".
"María está cercana, puede escuchar, puede ayudar, está próxima a todos nosotros, En Dios hay espacio para el hombre y Dios está cerca y María unida a Dios, está muy próxima, tiene el corazón ancho como el corazón de Dios".
Según señala la nota de Radio Vaticano, el Papa precisó que "hay también otro aspecto: no solo en Dios hay espacio para el hombre, en el hombre hay espacio para Dios. También esto vemos en María, el Arca Santa que lleva la presencia de Dios. En nosotros hay espacio para Dios y esta presencia de Dios, en nosotros, tan importante para iluminar al mundo en su tristeza en sus problemas, esta presencia se realiza en la fe: en la fe abrimos las puertas de nuestro ser para que Dios entre en nosotros, para que Dios pueda ser la fuerza que da vida y camino a nuestro ser".
"En nosotros hay espacio, abrámonos como María se abrió, diciendo: ‘Hágase tu voluntad, yo soy la sierva del Señor’. Abriéndose a Dios, nada perdemos. Por el contrario: nuestra vida se enriquece y se hace grande".
Y así, prosiguió Benedicto XVI, "fe, esperanza y amor se combinan: hoy, hay muchas palabras sobre un mundo mejor por esperar, sería nuestra esperanza. No sabemos cuándo ese mundo mejor llegará, no lo sé. Seguramente un mundo que se aleja de Dios se convierte en peor porque solo la presencia de Dios puede garantizar, también, un mundo bueno".
"Una cosa, una esperanza segura es que Dios nos espera, nos espera, no vamos en el vacío, somos esperados. Dios nos espera y encontramos, yendo al otro mundo, la bondad de la Madre, encontramos a los nuestros, encontramos el Amor eterno. Dios nos espera: esta es nuestra gran alegría y la gran esperanza que nace justo de esta Fiesta. María nos visita, y es el gozo de nuestra vida y el gozo es esperanza".
Por lo tanto, prosiguió el Papa, "¿qué cosa decir? Corazón grande, presencia de Dios en el mundo, espacio de Dios en nosotros y espacio de Dios por nosotros, esperanza, ser esperados: esta es la sinfonía de esta fiesta, la indicación que la meditación de esta Solemnidad nos dona. María es aurora y esplendor de la Iglesia triunfante; Ella es el consuelo y la esperanza para el pueblo todavía en camino, dice el Prefacio de hoy".
"Confiémonos a su materna intercesión, para que nos obtenga del Señor el poder reforzar nuestra fe en la vida eterna; nos ayude a vivir bien el tiempo que Dios nos ofrece con esperanza".
Para concluir el Santo Padre dijo que esta es "una esperanza cristiana, que no es solamente nostalgia del Cielo, sino vivo y laborioso deseo de Dios aquí en el mundo, deseo de Dios que nos hace peregrinos incansables, alimentando en nosotros el valor y la fuerza de la fe, que al mismo tiempo es valor y fuerza del amor. Amén".