martes, 29 de septiembre de 2009

El desarrollo de África es estratégico para la Iglesia

“África es un continente culpablemente olvidado” y para la Iglesia es un enorme desafío pastoral. “O el catolicismo sale adelante en África o corre el riesgo de sufrir demasiado”, dijo monseñor Crepaldi en un congreso dedicado a este continente, celebrado en Roma. Monseñor Giampaolo Crepaldi, arzobispo de Trieste y secretario saliente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, intervino el 24 de septiembre en Roma en el congreso titulado “Por una revolución verde en África. El desarrollo es el nuevo nombre de la Paz”. Organizado por el Ateneo Pontificio “Regina Apostolorum” (APRA) y la Universidad Europea de Roma (UER), con el patrocinio del Consejo Nacional de Investigaciones (Cnr) de Italia, el encuentro contó con la intervención de científicos y agricultores africanos, así como directivos del Fondo de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Tras recordar que, entre los 50 países más pobres del mundo, 35 son africanos, monseñor Crepaldi subrayó que, “para la solución de problemas tan complejos y profundos como los que afligen a África, no hay soluciones unívocas y simplistas. Pero no podemos ignorar los muchos beneficios que derivarían del empleo de técnicas de producción agrícola innovadoras, capaces de estimular y sostener a los agricultores africanos”. “Ya hoy –afirmó el arzobispo de Trieste- gracias a la utilización de semillas oportunamente mejoradas a través de técnicas que intervienen sobre su patrimonio genético, están promoviendo un creciente y difundido progreso, como demuestran interesantes estudios”. Según monseñor Crepaldi, “la biotecnología no debe ser divinizada ni demonizada. La técnica y, en consecuencia, la biotecnología, es una cosa buena pero puede ser usada mal”; es por tanto necesario que, como toda actividad humana, “la economía, la política, etcétera, sea guiada por la moral”. Para el prelado, “la biotecnología ha producido concretamente un gran desarrollo en muchos sectores como la medicina, la farmacología, la zootecnia, etc, que si es correctamente utilizado, podrá resolver muchas de las cuestiones sociales del mundo actual”. Tras el saludo del rector del APRA, padre Pedro Barrajon LC y del padre Paolo Scarafoni LC, rector de la UER, el padre Gonzalo Miranda, ex decano de la Facultad de Bioética, leyó el mensaje que monseñor Jude Taddeo Okolo, nuncio apostólico en la República Centroafricana de Chad, envió al profesor Giusepe Ferrai en relación al congreso. “Gracias por el envío del mensaje sobre vuestro encuentro –escribe monseñor Jude Taddeo Okolo–. Siempre agradecemos que alguien piense concretamente en nosotros. Tratamos de colaborar en lo posible”. “Aquí, en la República Centroafricana –explica el nuncio- tenemos tierra en abundancia (6,25 habitantes por cada kilómetro cuadrado; la población es de 3.895.139 habitantes esparcidos en una superficie de cerca de 622.984 kilómetros cuadrados), tenemos lluvia constante, tenemos sol, el terreno es fértil. ¿Hay alguien que quiera echarnos una mano? Tenemos también proyectos realistas, apoyados por las parroquias, con vistas a la autofinanciación de las comunidades de base”. Monseñor Okolo relata: “También yo, personalmente, he ido al campo dos veces para echar una mano, también para hacer ejercicio físico, después del trabajo de despacho” y añade: “Nuestra producción este año ha sido abundante, pero en relación a lo que hemos plantado”. “Tras vuestro seminario –escribe--, agradeceríamos el recibir también resultados y consejos prácticos que nos puedan ayudar. Os damos las gracias por anticipado. Sabed que la gente aquí se empeña, pero… hay dificultades. Los años pasados soportando a los rebeldes han destruído las motivaciones”. En este contexto, el padre Gonzalo Miranda lc, profesor de la Facultad de Bioética del “Regina Apostolorum”, explicó que “África es el continente más rico en materias primas del mundo, pero es también aquél en el que más gente muere de hambre y enfermedades”. Por esto, añadió, “la revolución verde y el uso de las biotecnologías vegetales son expresión de todo lo mejor que hoy se puede hacer en el campo agrícola”. De la importancia de la formación y de la difusión de técnicas agrícolas apropiadas, capaces de usar lo mejor posible los recursos, habló Eric Kueneman, directivo del Servicio Cultivos y Pastos de la FAO, quien habló de cómo el programa llevado a cabo en Burkina Faso desde 2001 “Farmer’s Field Schools” (Escuelas para Agricultores) ha formado a más de diez mil agricultores en el cultivo de vegetales, arroz y algodón, con especial énfasis en una mejor gestión de los infestantes. Charles H. Riemenschneider, director del centro de inversiones de la FAO, precisó que, para alcanzar una producción de alimentos adecuada en la zona subsahariana, harán falta once mil millones de dólares de inversión al año. En este sentido, Sylvester Oikeh, de AATF (Fundación Africana de Tecnología Agrícola), ente sin ánimo de lucro que lucha por la seguridad alimentaria y la reducción de la pobreza en el África subsahariana, afirmó que “en África, los beneficios producidos por las tecnologías OGM ya han sido demostrados”. En Sudáfrica, en condiciones en las que el agua de lluvia es la única fuente de riego, el maiz modificado genéticamente ha aumentado la producción en un 11%, con un beneficio de 35 dólares más por hectárea. En Burkina Faso, ensayos de campo con el algodón modificado han reducido en dos tercios la cantidad de pesticidas utilizados y han aumentado la producción en un 15%, promoviendo el bienestar de los agricultores y del ambiente y favoreciendo la prosperidad. Según Emmanuel Tambi, director de políticas regionales del FARA (Foro para la Investigación Agrícola en África), “para que la agricultura en África se convierta en verdadero motor de desarrollo es indispensable lograr incrementar la productividad con una tasa superior a la del crecimiento de la población”. “Lamentablemente –añadió Tambi--, hoy este es un objetivo todavía lejano: en África, el aumento de la producción remite todavía a la necesidad de dedicar una mayor superficie a la agricultura, en lugar de un uso mejor de las áreas ya cultivadas”. Motlatsi Musi, agricultor de Sudáfrica, relató su experiencia con el cultivo del maiz Bt, una variedad genéticamente modificada que contiene una proteína insecticida proveniente de la bacteria del suelo Bacillus thuringiensis. “Con las semillas convencionales lograba obtener cinco toneladas de maiz por hectárea –relató--. Pero los agricultores que no tienen la posibilidad de usar tractores, con las semillas convencionales tienen sólo una producción media de 1,5 toneladas por héctárea. Ahora, con las semillas OGM, obtengo siete toneladas por hectárea: y además bajan los costes de producción gracias a la disminución de los tiempos de mano de obra y del coste de los pesticidas”. “Incluso en la eventualidad de una oscilación de los precios del mercado –añadió Musi--, la ventaja económica del cultivo de semillas OGM estaría de todos modos asegurado”. De Burkina Faso, François Traorè, presidente de la Unión Nacional de Productores de Algodón, resumió la experiencia de la experimentación en el país que ha llevado en 2008 al primer año de cultivo comercial del algodón genéticamente modificado. “En la región de Burkina Faso, cerca del 90% de la población vive de la agricultura –relató--. La producción de algodón contribuye por sí sola al sustento de cerca de tres millones de personas (más del 20% de la población) asegurando a los pequeños productores los recursos primarios para vivir y garantizar la enseñanza elemental a los propios hijos”. “En 2003, Burkina Faso inició la experimentación sobre el terreno del algodón OGM para verificar su eficacia y el impacto medioambiental y en 2007 se dieron a conocer los primeros resultados –añadió Traorè--, un aumento de la producción de entre el 35 y el 48%, una reducción de los tratamientos (de seis a dos al año) y una reducción de los costes en un 62%”. “En junio de 2008, las autoridades competentes autorizaron la comercialización de las semillas de algodón OGM y fueron sembradas 15.000 hectáreas con dos variedades de algodón”. Para Traorè, por tanto, “no permitir a los africanos usar semillas OGM es un crimen contra la humanidad”. Por Antonio Gaspari, traducido del italiano por Nieves San Martín

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