domingo, 16 de mayo de 2010

EVANGELIO DEL DIA DOMINGO:( 16-5-10)



XLectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 46-53
Jesús dijo a sus discípulos:
«Así esta escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto.»
Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.
Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.
Palabra del Señor.
Reflexión
Después de la Resurrección del Señor, cuarenta días antes, los apóstoles permanecieron dos o tres semanas en Galilea y después fueron a Jesusalén como Jesús se los había mandado. Aquí se les apareció con frecuencia el Señor para enseñarles su doctrina y fortalecer su fe. Un día, mientras estaban a la mesa, les encargó que no se fueran de Jerusalén hasta no recibir el Espíritu Santo, “la promesa del Padre que va a venir sobre Ustedes”
La hora de la despedida estaba a punto de llegar. A los pocos días los llevó hacia Betania, y allí los bendijo. Y según el relato del Evangelio de San Marcos que leíamos: “Sucedió que mientras los bendecía se alejó de ellos y se elevó al Cielo”. La bendición es el último gesto del Señor aquí en la tierra. Y los discípulos lo adoraron. Se postraron en tierra mientras Jesús ascendía. Es el primer acto de adoración a Jesús glorificado. Y después se quedaron medio atontados viendo como a Jesús lo ocultaba una nube y desaparecía de su vista. Era el signo de entrada del Señor a los cielos.
La vida de Jesús en la tierra no concluye con su muerte en la cruz, sino con la Ascensión a los cielos. Es el último misterio de la vida del Señor que, junto con su Pasión, Muerte y Resurrección, constituye el misterio pascual. Era necesario que los discípulos del Señor, que habían presenciado su muerte en la cruz, entre insultos y burlas, fueran testigos también de su exaltación suprema. Así se cumplían las palabras que el mismo Jesús había dicho tiempo antes: “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a Vuestro Dios”.
Jesús fue levantado ante los ojos de sus discípulos y una nube lo ocultó de su vista. Jesús multiplicó las «pruebas» de su Resurrección con aquellos que tendrían que ser testigos de ella por vocación, pero le fue necesario mostrarles ahora el fin último de su Resurrección. Al subir al Cielo en su última aparición, Jesús les reveló el sentido de su propia historia: había venido del Padre, y retornaba al Padre. Pero no vuelve solo, lleva consigo a la humanidad redimida, a todo «un pueblo de cautivos» (Ef 4,8) que arranca del poder de las tinieblas para hacerlo entrar en su reino de luz (Col 1,13). El se va para prepararnos un lugar a fin de que donde él está, estemos también nosotros (J 14,2-3).
Cristo, el Señor, se encuentra en el Cielo con su Cuerpo glorificado, con la señal del Sacrificio redentor, con las huellas de la Pasión. Jesús glorificado tiene en el cielo su lugar natural. Está sentado a la derecha del Padre con toda su gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos los siglos.
Y mientras los apóstoles miraban al cielo, se presentaron dos ángeles con forma humana que dijeron: “Hombres de Galilea ¿qué hacen ahí mirando al cielo? El mismo Jesús que los ha dejado para subir al Cielo, vendrá de igual manera que lo vieron subir”
Los ángeles les revelan a los apóstoles que es hora de comenzar la inmensa tarea que les espera, que no deben perder el tiempo. Con la Ascensión termina la misión de Cristo en la tierra.
El Señor, antes de partir, renueva la promesa del envío del Espíritu Santo. Con su llegada comienza la tarea de los discípulos y de la Iglesia
Por eso San Lucas comienza los hechos de los Apóstoles, donde están relatados los comienzos de la Iglesia, con este último misterio de la vida de Jesús. El misterio de su Ascensión.
San Lucas relata que los once apóstoles volvieron a Jerusalén con gran gozo. Esta alegría tiene su fundamento en la fe en Jesús, que ahora los llena porque han visto su gloria, y en la esperanza de recibir al Espíritu Santo.
Por el momento, los discípulos están todavía en el mundo, en medio del cual deben dar testimonio de la realidad nueva inaugurada por Jesús, a saber, un reino que no es como los de la tierra, establecidos sobre el poder y el dinero (Lc 22,25-26), sino un reino de amor, de justicia y de paz. No hay que buscar este reino entre las nubes, pues ya está en medio de nosotros (Lc 17,20-21) y crece cada vez que nos dejamos guiar por el Espíritu de Dios.
Los apóstoles se vuelven solos a Jerusalén pero tienen a su maestro más cerca que nunca, y su vida tiene ya su objetivo primordial: dar a conocer a Cristo entre las gente de toda tierra.
Pidamos a María que por su intersección aumente también en nosotros la fe en Cristo y la esperanza de recibir el Espíritu Santo, para que seamos verdaderos apóstoles que difundimos su doctrina con nuestras obras y nuestra palabra.
(Extractado parcialmente del Servicio “Unos Momentos …”)
Para la revisión de vida
- ¿Estoy asumiendo la misión propia de mi identidad como bautizado/a en Cristo Jesús? ¿En qué doy verdadero «testimonio» de Jesús y de su Causa, y en qué no lo doy aún?
- ¿Qué me falta para madurar más en la fe? ¿Conozco suficientemente el Proyecto de Jesús? ¿Busco vivir por su Causa con la fuerza de su Espíritu y su experiencia de Dios Padre-Madre?
- ¿Qué señales doy de interés por los demás y por su liberación de esclavitudes o angustias, de sufrimientos, marginación, opresión o depresión?

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